La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
En estos días se ha celebrado el Día Internacional de Lucha contra la Pobreza. Las entidades que trabajan a diario con esta realidad han puesto encima de la mesa sus informes. Algunos de los datos que desprenden esos informes son esperanzadores, en el sentido de que descienden algunos porcentajes de pobreza y exclusión. Pero no deja de ser una esperanza bastante frágil. El problema viene, como casi siempre, con las comparaciones.
Y es que llama la atención lo difícil y lento que resulta cada paso que se da en la erradicación de la pobreza con lo rápido y sencillo que crecen los grandes capitales, las grandes fortunas. Por eso creo que es más ilustrativo hablar de desigualdad social que de pobreza, y es ahí, en la desigualdad, donde los abismos son vergonzosos. Según EAPN (La Red de Lucha contra la Pobreza) hasta un 35% de la población andaluza vive por debajo del umbral de pobreza. Eso significa que no llega a fin de mes, que no puede calentar el hogar, que no puede permitirse salir a cenar alguna vez, reparar los desperfectos del hogar o irse unos días de vacaciones.
Ese 35% ha bajado algunos puntos respecto al año anterior. Bien. Pero nuevamente: ¿un 35%? En esta tierra nuestra hay suficientes recursos y se genera suficiente riqueza como para que, bien repartida, cada persona pueda vivir dignamente. Resulta, además, que un tercio de esos 3 millones largos de personas tienen nómina. Estar trabajando es compatible con no poder pagar las facturas, algo que debería darnos qué pensar.
Uno de los problemas que se señalan como provocador de pobreza es la vivienda: los altos precios de alquiler o compra de vivienda hacen que se esté destinando hasta un 40% de la renta disponible para estos sectores más desfavorecidos, lo cual resulta insostenible. Y además este problema necesitará muchos años y mucha inversión para ser corregido. Siempre que haya voluntad política.
Resumiendo, y volviendo al título del artículo: avances, porque algunos indicadores muestran cierta reducción en los niveles de pobreza, y corrobora que, con políticas sociales, es posible seguir avanzando. Y vergüenza, porque no hay derecho a tener a tanta gente viviendo en los márgenes mientras un puñado acumulan indecentes capitales, posiblemente amasados sobre los hombros de esos que no llegan a fin de mes.
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