Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Los afanes
Lo que ocurre en nuestras vidas se parece mucho al mundo de la edición. Tal vez es que estamos publicando demasiado, rápido y mal, aunque las portadas sean muy llamativas, pero los libros en edición digital son malos, y hasta feos, si los observas con detenimiento. No entramos en el contenido, no merece la pena. El entretenimiento ha dejado de ser un adjetivo para convertirse en protagonista. La percepción inicial de respeto y de miedo al qué podrá venir después, ha dado paso a la rapidez, esa inmediatez que hace que se pierda calidad de vida, calidad de edición. Caminamos muy rápido por unas vías que no conducen a ninguna parte. Incluso podemos afirmar que esto del confinamiento ha otorgado un plus de vanidad a nuestras vidas, un prurito de soberbia.
Mi amigo X era una persona modesta, un ser entrañable (así lo calificaba mi madre). Mi amigo X se ha encerrado en sí mismo, como lo que describía Lope de Vega en La Gatomaquia: el gracejo burlón de lo aparente. Mi amigo X ha dejado de leer. Da la sensación de que muchas de las personas que nos rodean se han vendido al miedo, y la única manera de defender en sí ese terror, no es otra que entregarse a la impostura, al vacío mental de la parodia y de la imitación.
Gustav Klimt escribió en 1905 una carta dirigida a Berta Zuckerkandl-Szeps, en ella indica: "Para un artista, y utilizo esta palabra en el sentido más elevado del término, no hay nada más penoso que crear obras por encargo para un comisionista que no lo apoya en cuerpo y alma". Y Klimt prosigue: "Protegen la superficialidad y la patraña".
Escribía C. S. Lewis en La experiencia de leer: "Que quede bien claro que el lector sin sensibilidad literaria no lee mal porque disfrute de esta manera con los relatos, sino porque sólo es capaz de hacerlo así. Lo que le impide alcanzar una experiencia literaria plena no es lo que tiene sino lo que le falta". Y realmente nos falta mucho. Debemos abandonar las fantasías egoístas, las falsas riquezas que nunca serán prósperas ni estables, la aparente accesibilidad que siempre es inaccesible. Debemos abandonar ese atrofiamiento de nuestra sensibilidad.
Mi amigo X ha abandonado la transmisión de su saber presente o de su saber futuro ante las formas lúdicas. Y ustedes me dirán que muy bien, que es algo respetable. Pero como dice Lewis: "Las muertes y los desastres pueden ser tan notoriamente «artificiales» y disonantes como unas campanadas de boda". Es inútil quejarse. A mi amigo X le he dicho: "El talento solo se alcanza con la lectura".
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