Javier Sánchez Menéndez

Bajada de bandera

Los afanes

24 de enero 2019 - 01:33

Si la bondad y la belleza tuvieran una forma, una manifestación, esa sería la propia de la bondad y de la belleza. Pero confundimos los términos, las definiciones, somos capaces de dejarnos llevar por lo efímero, por el vacío de nuestras vidas. Es como si realizásemos una inversión irónica de la realidad. Una inversión en la que nos encontramos satisfechos erróneamente. Sándor Márai, en la etapa final de su vida, decía cosas muy ciertas, tan verdaderas como su propia vida, como sus últimos años. Sus Diarios (1984-1989) recogen ese momento. Una temporada de lucidez, de reflexión, hasta que un 21 de febrero de 1989 se pegara un tiro y acabara con su propia vida.

Escribió Márai en una de las anotaciones de su último diario: "La radio y la tele difunden la noticia de los cuatros chicos -entre 7 y 14 años- que el día siguiente de Año Nuevo mataron a golpes a su compañero de 6 años, sordomudo e idiota. L. se acordó de una amiga suya cuya familia tenía una granja de pollos: entre los infinitos pollitos nació uno diferente, de color y plumaje muy distintos a los del resto; los demás atacaron al polluelo que acababa de salir del cascarón y lo despedazaron con los picos y garras". Este texto de Márai puede reflejar muy bien nuestro conformismo, la manifestación de nuestros errores.

Descubrir en un momento concreto de la vida que la bondad y la belleza son los únicos términos ciertos de nuestra existencia es síntoma de madurez. Lo contrario es un error. Un error tan grande como el que cometen los taxistas. El taxi se ha convertido en un negocio turbio, oscuro. En vez de prestar un servicio a los ciudadanos pretenden agarrar, con uñas y dientes, sus intereses personales. Alquilan licencias, venden licencias a cantidades desmesuradas, olvidan al cliente, hasta algunos hacen trampas (no generalizo por favor). Y ahora, cuando el desarrollo es necesario para la sociedad, paralizan ciudades, realizan chantajes, y hasta agreden sin tener en cuenta que el cliente siempre tiene la última palabra.

La bondad y la belleza tienen forma, poseen manifestación. Algo que no es otra cosa que la propia bondad y la belleza, tan alejadas ahora de nuestra sociedad por culpa nuestra, por nuestro propio error. Cada vez que los taxistas aparecen en los medios de comunicación impidiendo el desarrollo de la ciudadanía las VTC ganan más clientes. Es la ley de la vida, pero ellos no se enteran. La fuerza y el terror están muy alejados de la bondad y la belleza.

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