En tránsito
Eduardo Jordá
Sobramos
Los afanes
DEL 31 de mayo al 11 de septiembre de este año se puede contemplar en el Museo del Prado la exposición del quinto centenario del fallecimiento de El Bosco. Hieronymus Bosch o Jheronimus Bosch, como gustaba firmar sus obras, es uno de los grandes pintores de todos los tiempos. Me llama la atención cómo el fútbol y las finales de las competiciones europeas arrastran a masas enfurecidas, miles y miles de personas se concentran en lugares emblemáticos para celebrar victorias o derrotas. Una exposición de El Bosco como esta debería congregar a más interesados, a muchos más.
Pero claro, nos dejamos llevar por las modas. Si este año toca pantalones de lycra para las mujeres, por mucho que no les gusten, todas acabarán llevando pantalones de lycra. Lo mismo ocurre en la educación de nuestros hijos: acaban leyendo los libros impuestos por unos decretos obsoletos sin lugar a la libertad de lecturas. Claro que los profesores deberían disponer de más recursos y más lecturas para defender una libertad que nunca se llevará a la práctica.
Y es que el dinero arrastra a las multitudes, y las multitudes son llevadas por aquellos que controlan el dinero. La sociedad no es libre. Plantea un acontecimiento porque el gorila Harambe arrastra a un bebé y lo sacrifican. Los medios estaban allí, y lo hacían por dinero. Y por dinero las cadenas de televisión lo ponen en la primera línea de su parrilla, para conocimiento de todos. ¿Hay realmente libertad?
El Bosco fue un artista muy singular y libre. Sus obras representan el mal y el bien, lo bueno y lo malo, el pecado y la salvación. Aunque es de origen holandés la pintura alemana tuvo en él grandes influencias, como también lo tuvo en su obra las enseñanzas del Maestro Eckhart, ese dominico alemán autor de escritos místicos sobre la nada y sometido a un proceso de herejía.
En esa cuerda floja del bien y del mal circulaba El Bosco, y lo plasmaba en sus obras de arte repletas de sarcasmo, de ironía y también de moralidad e inmoralidad.
El Bosco es un pintor fantástico, entiéndase fantástico como magnífico y como fantasía. Me quedo con su plasmación personal de la naturaleza en sus pinturas, completamente inaudita y real en cierto modo.
Si tienen ocasión no dejen de visitar la exposición del Museo del Prado. Respiren y entren en un mundo mágico, auténtico y real, donde la verdad a veces es falsa y el bien y el mal están unidos por un hilo tan fino como los trazos de una pintura extraordinaria.
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