La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Da igual cómo te llames. O si eres hombre o mujer. O la profesión que tengas. Incluso a cuánto asciende tu patrimonio. Nada importa. Puedes ser un miembro de los servicios de inteligencia, un militar de rango, un gran empresario, un periodista, un astronauta, un científico de renombre, un mindundi, un escritor ―que no sé si es lo mismo―, un sacamuelas, un funcionario, un estudiante… Todo eso en realidad, poco valor tiene, decía. Pero, si te enfrentas o contradices de manera iterada o veladamente incluso, a Vladímir Putin, ese dictador execrable, tarde o temprano, estás listo de papeles. O sea, que te mueres fijo.
Eso le ha venido a ocurrir al oligarca Yevgueni Prigozhin, que, junto a las nueve personas que le acompañaban en un vuelo desde Moscú a San Petersburgo, han perdido de golpe el apetito y se han muerto: se han estrellado con el avión privado en el que volaban, y de las investigaciones, pues eso, lo de siempre. Punto. No cabe duda de que Vladímir Putin le había echado la cruz hace unos meses cuando intentó marchar sobre Moscú con parte del llamado Grupo Wagner, una empresa militar privada compuesta por mercenarios de su propiedad ―que manda cojones―, y que Putin ha utilizado en un buen número de países del mundo y se ha quedado tan pancho.
Pero, el magnate Prigozhin es sólo uno más de una lista ―hasta donde se sabe en ese país hermético―que irá engordando conforme vaya pasando el tiempo, y la invasión de Ucrania no ofrezca los resultados previstos por este emperador de nuevo cuño, criado casi en las antiguas filas de la KGB y que gobierna el país con mano férrea.
Así Prigozhin acompaña ahora ―y nadie le pondrá rosas en su lapida so pena de atragantarse con el fragor de estas― al opositor Boris Nemtsov, al también magnate Mikhail JodorKovsky, a la escritora Anna Politkovskaya, al exagente ruso Alexander Litvinenko ―que murió por tomar té con polonio―, a los abogados Sergei Magnitsky y Stanislav Markelov, a la periodista Anastasia Baburova, a la activista Natalya Estenirova o al empresario Boris Berezovsky, por citar sólo unos pocos.
Sobre los que andan encarcelados como Alekséi Navalny o exiliados en diversos países, esta columna no da para escribir tantos nombres, teniendo en cuenta, además, que en Rusia por informar te pueden mandar para la trena como mínimo, o cortarte las gónadas en el mejor caso.
Y si les digo que me da canguelo mandar a publicar esto, pues, créanselo, porque es cierto.
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