Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Ayer se cumplieron dos meses de la guerra entre Israel y Hamás. Resultado: Más de dieciséis mil palestinos muertos, de los cuales, casi seis mil son niños según los datos que se disponen. Y por supuesto, al menos estos últimos, y hablo de los niños, no son terroristas armados que puedan atentar contra nadie ni contra nada. Y los otros, me gustaría que Israel pudiera demostrar alguna vez que lo fueron, pero, la tal cosa no ocurrirá jamás porque están matando a mansalva a población civil y destrozando todo cuanto sus tropas encuentran de por medio, incluyendo infraestructuras básicas: colegios, institutos, hospitales, viviendas particulares, puentes y todo aquello que hace posible la convivencia en un lugar dado.
Los terroristas de Hamás son individuos execrables, cainitas y visionarios ―sin la menor duda― y hay que acabar con ellos. Las razones del porqué puede encontrarlas usted en la hemeroteca, tampoco tiene que hacer grandes esfuerzos. Pero, la matanza que Benjamín Netanyahu está llevando a cabo en la Franja de Gaza, ha superado todos los niveles de tolerancia que marca el derecho internacional.
Y hay que alzar la voz. Llamar a las cosas por su nombre y dejar de colaborar con Netanyahu. Parece mentira que el tal individuo ―después de lo que sus antepasados vivieron en Europa en los campos de concentración y exterminio nazis, esos que Adolf Hitler dirigía junto a sus secuaces con mano de hierro, mientras pudo―, un ultraderechista de tomo y lomo esté convirtiendo la Franja de Gaza en un cementerio a ojos de todo el mundo y no hay quien le pare los pies. Porque… esto, ciudadanos del orbe, es un genocidio que se está cometiendo, además, en un campo de refugiados. Sí, porque eso es Gaza. Un lugar aislado del que no se puede entrar ni salir sin permiso del carcelero, o sea, Netanyahu. Pero, lo peor no es eso. Lo más indignante es que la mayoría de los países occidentales, están colaborando en la masacre que se está llevando a cabo con el pueblo palestino.
Pongámonos en un mundo distópico. ¿Qué dirían el dios de Abrahán y de Alá si pudieran analizar este entuerto? ¿Qué dirían de esos miles de niños muertos y de sus padres, de sus hermanos, de sus abuelos y de sus conocidos? ¿Qué? La comunidad internacional tiene que parar como sea el engolamiento, la impostura y la salvajada que Benjamín Netanyahu está cometiendo. Es más, Netanyahu ha de ser juzgado en una corte penal internacional por crímenes de guerra.
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