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Escribía Cesare Pavese en su obra El oficio de vivir: "A los artistas no les queda sino volverse hacia la época en la que todavía no eran artistas e inspirarse en ella, y esa época es la infancia". Y creo que no solo los artistas, sino las todas las personas acudimos a ese tiempo de memoria. Por ejemplo, ahora recordamos los días de Navidad pasados con asombroso cariño, con nostalgia. Un recuerdo se convierte en permanente cuando existen acontecimientos que nos marcan, que difícilmente olvidamos. La Navidad era entonces el tiempo de la familia, el momento de la paz, unos días donde comíamos cosas que tal vez no las volveríamos a degustar en otras épocas del año. Abrigados y con el frío golpeando el rostro seguíamos jugando con nuestros amigos, éramos niños felices. En Navidad todo tenía su importancia, aunque en esos años no nos hubiéramos dado cuenta y hemos tenido que dejar correr el tiempo para hacerlo ahora.
En el tiempo de la Navidad también fallecieron mis padres. Primero mi padre y años después mi madre. Pero es en este tiempo invernal cuando los seres queridos que se marcharon están más presentes, es como si regresaran. Es cosa del recuerdo, y de la magia de una época que no alcanzamos a comprender pero que permanece. Tal vez existan personas que no desean celebrar la Navidad. Están en su derecho. Tal vez otras tantas nunca puedan llegar a comprender la magia de este tiempo o esos recuerdos. También están en su derecho. Pero aquellos que vivimos alimentándonos de ese más allá que está tan presente aquí, debemos seguir haciéndolo, y deben dejarnos hacerlo, estamos en nuestro derecho igualmente.
Siempre me han gustado los términos que estableció Apuleyo en El asno de oro: "La suavidad y frescura de la infancia". Suavidad y frescura, ¡qué definición más acertada! Esos eran tiempos de prudencia, de silencio roto por el ruido de algún vecino impertinente, por el sonido camuflado de un vehículo que aceleraba el motor, por el cantar de los pájaros a cualquier hora del día. Enseñar y aconsejar desde pequeños eran nuestras premisas, lo escribió Platón en Protágoras. Pero debemos dejarnos enseñar y dejarnos aconsejar, hay que fomentar esa humildad que ahora escasea.
Como escribía Pavese: "Casi todos rastrean en la infancia los signos del horror adulto". Pero claro, es cuestión de educación, y la educación en estos tiempos camina con mal paso, con muy mal porte. Nunca pierdan la educación, aliéntenla y que pasen, por supuesto con recuerdos, unas muy felices fiestas.
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