El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Hace unos días finalizó la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Aunque con menos presencia que otros años, cerca de 2.500 jefes de estado y de gobierno, representantes de empresas y de la sociedad civil y medios de comunicación globales se han reunido, teóricamente, para afrontar los retos que plantea el año 2024. Este año el lema del encuentro ha sido “reconstruir la confianza”, pero he de decir que tras leer algunas de las conclusiones, los mensajes buenistas de presidentes como Pedro Sánchez, o los de populistas como Milei, incluso las recetas viejunas de directivos de grandes empresas españolas, en general, todo me suena a demagogia.
Parto de analizar qué significa eso de reconstruir la confianza; el objetivo del encuentro encierra en sí mismo la conclusión de que la pobreza, y la “policrisis” que azota a nuestra humanidad, son una cuestión de estado de ánimo, de actitudes personales donde hay buenos y malos, ambiciosos y honrados, donde solo con un procaz subjetivismo podemos arreglarlo todo. En ese lema, ni en las participaciones que he podido leer, no existe ninguna postura clara ante la decrepitud del sistema socioeconómico capitalista, ninguna alternativa, ninguna crítica donde se deje claro que la crisis socioambiental que nos azota no tiene solución desde el paradigma que la provoca. Si seguimos confiando en lo que tenemos, ¿cuál será nuestro futuro? El extractivismo, el consumismo o el crecimiento como objetivo principal, son incompatibles con el futuro, todo lo que sea abundar en esa dirección supone excavar una tumba común más grande.
Davos, o las cumbres del clima, o los espacios de trabajo colectivo, vuelven a ser oportunidades perdidas cuando no hay tiempo que perder, los intentos baldíos por recuperar la fe en el sistema actual simplemente minan la confianza colectiva, construyendo sociedades cada vez más resignadas. Es urgente declarar la insostenibilidad y la crisis total del sistema social y político que nos conduce, y construir una nueva cultura colectiva, donde repensemos nuestro futuro. Así que, ¡abandonemos toda confianza!, ¡hablemos de construir otro sistema!, ¡declaremos la emergencia sistémica! Y concluyamos por fin que la pobreza y la destrucción de la naturaleza son una cuestión estructural.
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