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Los afanes
Cuando se pretende destruir el pasado sin argumentos, lo que llamamos destruir por destruir, suelo pararme a pensar un poco. Y lo hago porque hay mucho intelectual de pacotilla que suele reafirmarse en sus criterios tirando por tierra lo anterior. No vamos a entrar en dilemas, ni siquiera en afirmar dónde está la razón, pero sí aseguramos que, en la mayoría de estos casos, el nuevo intelectual destructor suele estar equivocado.
No creo que me canse de defender la lectura. A estas alturas es como respirar o alimentarse, o vivir. Ocurre que esos seudointelectuales presumen de leer poco o no leer nada. Y el nuevo vulgo les aplaude las gracias de sus afirmaciones. Ya hemos comentado que el 40% de los españoles no lee nunca. Supongo que no tendrán necesidad, que sus carencias se colmarán con otros actos, para ellos, mucho más eficaces. Y si es así valoremos esa licitud.
Leer no puede convertirse en una necesidad. Si esto pasa podemos acabar en el porcentaje de aquellos que nunca leen. Leer debe ser un argumento, una señal que ilumine nuestros actos de forma permanente, un acto de libertad plena. Decía el escritor francés Paul Desalmand: "La lectura, como el amor, es la piedra ideal para afinar el alma". O aquello que escribió Borges: "Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros". Y a muchos estas afirmaciones les podrán sonar a pretenciosas en pleno siglo XXI. Y lo son, no cabe duda, porque a vivir, al igual que a leer, no se aprende nunca, y estamos siempre en pleno proceso de aprendizaje.
No podemos conformarnos con vivir nuestra vida, al igual que no podemos reducir nuestras capacidades evitando la lectura. Sobre todo, porque nunca se acaba de leer. La película de nuestra vida es un gran libro, que escribimos nosotros, en él aparecen todos y cada uno de los personajes que nos rodean. A cada uno de ellos le damos la importancia que tiene en nuestra existencia, los hacemos nuestros, en definitiva. Los estamos leyendo de manera permanente. Los hacemos nosotros.
Destruir por destruir es un error. Un manido deseo que viene implícito con la incultura. Una ausencia de argumentos que siempre son indefinidos. Lean o no lean, son ustedes libres. Pero si eligen lo segundo, por favor, háganlo leyendo.
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