La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Debo confesar que cada vez me resultan más insoportables de visualizar y de tragar las reuniones en las que supuestamente debaten nuestros representantes políticos. Todo un oxímoron en los últimos tiempos, mire usted, aunque la expresión pueda resultar algo pedante. Y me da igual que sean en el Congreso de los Diputados, el Senado, o en cualesquiera de los parlamentos autonómicos o ayuntamientos. Y sólo hay una razón para quien redacta esta columna: dichas disputas resultan vergonzosas y hasta repugnantes, y deberían hacérselo mirar.
Siempre, siempre, andan como escondiendo algo estas insignes figuras a las que elegimos y posteriormente abonamos cuantiosas remuneraciones, dejando a un lado las más de las veces lo que de verdad importa, la salud, la educación, la dependencia, los servicios sociales, la falta de viviendas dignas y el bienestar general de la ciudadanía a la que simbolizan. Porque la discusión es lícita y necesaria en el quehacer político, especialmente en las democracias. Pero un exceso de elocuencia y la falta de facundia –que casan mal, mire usted– llegando hasta el insulto permanente y machacón, convierten dichas embestidas en una suerte de malas obras teatrales y para colmo, sin fundamento constatable las más de las veces. Y uno tiene la sensación de que le están tomando el pelo, sin más.
A veces me digo, que si dichas representaciones tan kafkianas con tintes cainitas no fueran televisadas en directo, quizás, y digo quizás con toda la carga que impone la duda, no tendrían necesidad sus señorías y demás adláteres de hacer tan burdo papel ante el micrófono del proscenio, porque dichas intervenciones rozan sin más la desvergüenza en los últimos tiempos, itero, y además la desafección. La desafección de la política también.
El PP, que ha ganado las pasadas elecciones generales claramente, pero no ha conseguido una mayoría para gobernar, no acaba de encajar que las reglas democráticas lo hayan situado en la oposición, y anda con el norte perdido. Vamos, que está sin brújula y sosteniendo al salvador que vino del noroeste como puede, para que no sea asaltado y desterrado por el ala dura de su partido, que no deja de mirarlo después del chasco, como un nuevo advenedizo. Otro más.
Para colmo de males, el destino del Sr. Feijóo se ha emparejado, sellado y rubricado, de la mano de una extrema derecha incongruente, hiperbólica y asentada en el fascismo. Y esto es lo que tenemos, mire usted.
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