La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
No sé si los dirigentes del PP saben que la cercanía de dicho partido a la ultraderechista VOX, supone en el imaginario colectivo de este país, e incluso fuera de él, una rémora y grande, para la centralidad que desean demostrar ante el electorado, por los pactos llevados a efecto en varias comunidades autónomas y en un buen número de ayuntamientos.
Imagino que sí, dado que, con los mismos, con dichos acuerdos de gobierno, la acción conjunta pactada, consensuada y puesta por escrito, con individuos que quieren cargarse parte del articulado contenido en la Constitución española de 1978 ―por ejemplo, la desaparición de las comunidades autónomas―, los sitúa en las antípodas, o sea, en el extremo de cualquier partido equidistante.
No sé si los dirigentes actuales del PSOE y de Sumar saben, que el acercamiento a Carles Puigdemont como un pedigüeño, supone conseguir el apoyo de un partido independentista, de derechas, y que está dispuesto no a cargarse ya parte de la Constitución citada, no, sino a toda ella en su conjunto, hasta el punto de reivindicar un Estado propio para Cataluña dentro del encaje europeo y fuera de la organización del Estado español. Supongo que sí, también.
Entonces, no entiendo qué hace una vicepresidenta en funciones del gobierno de España, perteneciente a la izquierda más a la izquierda del país, que para más tela es miembro del ejecutivo aparte de líder de una agrupación de partidos bien importante, reuniéndose en Bruselas a bombo y platillo, con un catalán de derechas que representa a parte de la oligarquía de dicho territorio y que, además, es un prófugo de la justicia española, negociando, al parecer, una amnistía para quienes incumplieron la legislación vigente y se largaron de rositas, cuando algunos compañeros suyos dieron con sus huesos en la cárcel durante una buena temporada, y otros, aún siguen pagando el perjuicio que generaron en primer lugar a los catalanes en general, y a los empresarios y trabajadores de dicho territorio en particular, que cerraron las empresas y se fueron a otros lugares huyendo de la quema.
Sabido es que en política se está para conseguir el poder y ejercerlo. Vale. Pero, la dignidad no debiera perderse. Y ambos bloques, en estos momentos, la tienen literalmente por los suelos. Esto es como plantar guayules en Doñana para producir caucho, tal y como el dictador que nos gobernó vino a realizar en el entorno de dicho parque. Un desastre.
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