El Día del Hombre

Lo decidieron así porque él cobraba mucho menos que ella. Siempre tuvo menos

08 de marzo 2023 - 01:31

Juan mira el reloj por enésima vez y suspira. Busca apresuradamente la llave, que debe estar en algún lugar del bolsillo derecho del abrigo, mientras trata de que no se le caigan ni las carpetas que agarra con el cuello ni el móvil que sujeta con la barbilla. Definitivamente, dos manos no son suficientes. Aprieta, con el único dedo que le queda libre, todos los botones del mando hasta dar con el que consigue abrir el coche. Arroja al asiento todo lo que lleva encima y vuelve a mirar la hora. Quedan diez minutos para que empiece la reunión y ya cuenta con que llegará tarde, así que decide aflojar el ritmo, respirar un poco y devolver la cabeza a su sitio. Repaso mental: los niños en el cole, el robot aspirando, la olla programada, el móvil cargado, el proyecto terminado (y amontonado en el asiento)... Al fin arranca, aunque sabe que se deja algo. La respuesta le llega inmediatamente, como una puñalada por la espalda que se le clava debajo del vientre. Un dolor agudo que le recuerda que no ha cogido el ibuprofeno y que tendrá que apechugar, con el puñal ahí clavado, al menos hasta que vuelva a casa.

Todos lo miran cuando entra en la sala. Algunas se susurran comentarios y se ríen con poco disimulo, y aunque a estas alturas ya debería estar acostumbrado, no puede evitar un gesto airado que no les pasa desapercibido. Se arrepiente enseguida. Sabe que aún no lo tiene todo atado con el cliente, y si el retraso de hoy llega a sus jefes, podría costarle el puesto. Tampoco es que fuera a perder mucho, la verdad, y menos aún después de haberse reducido la jornada para cuidar a los peques. Lo decidieron así porque él cobraba mucho menos que ella. Es curioso, pero siempre tuvo menos, ahora que se paraba a pensarlo. También tenía menos paga que su hermana, aunque ella era mayor, y además tenía que invitar a los chavales, no como él, que iba de gañote. Eso argumentaba su madre cada vez que se quejaba, claro. Él hubiera preferido pagarse sus propias cenas, pero de momento así estaba el mundo.

Las risitas calladas seguían llenando de tensión la silenciosa sala. Uno de ellos le miró a los ojos y se señaló la mejilla con disimulo. Cuando Juan se tocó entendió que había otra cosa de la que no se había acordado. Algo aún peor que el ibuprofeno: no se había afeitado. Quizás lo olvidó, o quizás no le dio tiempo. Puede que se quedara a medio camino, cuando fue a programar la olla, o cuando se tuvo que cambiar de camisa y ponerse la azul porque la blanca le marcaba los michelines, o quizás cuando llamó a su padre para preguntar si se había tomado la medicación, o pudo ser antes de perder diez puñeteros minutos buscando la llave del coche entre las cosas de su mujer. Quizás, a la tarde, si ella llegaba pronto, podría encontrar un hueco para quitarse los malditos pelos de la cara antes de acercarse un rato a la manifestación. "Pues con todo lo que tenemos hoy no sé yo si os dará tiempo", respondió, entre risas, una de las mujeres de la sala a un comentario que no llegó a escuchar. "A ver si el año que viene ponen un Día de la Mujer, que digo yo que también tenemos derecho", remató, y rieron todas. Un Día de la Mujer, había dicho.

No se puede ser más imbécil.

stats