Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Cinco días después de la gran sorpresa electoral del pasado domingo, todas las tertulias de radio y televisión, así como muchos columnistas de la prensa, siguen desenredando la inescrutable madeja de las posibles razones que han derivado en la pírrica victoria electoral del partido que había sido aclamado por las encuestas como indiscutible ganador en las generales, y deshojando la margarita de los posibles pactos para intentar la formación de un gobierno con un paisaje de fondo inolvidable: el clamoroso fracaso en sus vaticinios de todas las empresas que estudian y gestionan los estados de opinión frente a los números que depararon las urnas, finalmente.
Si mi memoria de setentón descreído no me traiciona, creo que en la historia de nuestra democracia nunca se había dado una situación parecida, en la que errasen sus pronósticos las firmas más acreditadas del sector, mientras el único que se acercó a la cruda y fría realidad final fue el vilipendiado Tezanos al frente del CIS, que, ignorando todos los improperios, se mantuvo en un discreto segundo plano, mientras que la cabeza visible de GAD3, Narciso Michavila, se paseaba por todos los platós que requirieron su presencia para garantizar los mismos resultados que, sin empacho alguno, suministraba a los estrategas de Génova para los que estuvo elaborando pormenorizados informes diarios con la bendición del gran mago, Miguel Ángel Rodríguez.
Tendrá que pasar tiempo para ver qué queda de este fiasco monumental cocinado por esa élite de analistas demoscópicos que, además de hacerse de oro con sus pronósticos y proyección de intenciones, se han visto entronizados en el Olimpo de los elegidos como los nuevos chamanes de este perro mundo, y se han dedicado a predicar, como quien reparte trigo, entre ese batallón de ilusos que se sintieron ganadores al amparo de sus palabras grandilocuentes y sus más que inflados pronósticos, en esta última revisión de un dicho clásico que no ha perdido ni un ápice de su vigencia a través de los siglos: vender la piel del oso antes de cazarlo
También se ha dicho, y esto con razón, que en el supuesto de que se pudieran publicar resultados de sondeos en esos cinco últimos días en que están expresamente prohibidos por nuestra normativa electoral, los resultados del domingo habrían sido bien distintos; pero eso nunca lo sabremos, de igual modo que un pájaro posado en una rama ignora si un cazador lo tiene en su punto de mira. Y, a pesar de los pesares, yo soy de los que defienden la persistencia de la jornada de reflexión y, también, la prohibición de publicar resultados de encuestas en los días previos a la apertura de las urnas, para que así pueda seguir viva nuestra capacidad de sorpresa, ya que sin esa inquietud que genera nuestro gusto por lo imprevisto, la vida no vale nada.
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