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Desde pequeño he sentido una fascinación enorme por ese objetivo, capaz de cambiar de formas, de contorno, de ancho, de colores, y que en su interior albergaba la capacidad de ver lo que veían otros. Y poco a poco esos otros fueron formando parte de mí mismo. Todo sin saberlo. A inconsciencia plena. Plena y feliz. Por eso hoy ando de celebración por la casuística del calendario: 23 de abril o, lo que es lo mismo, Día del Libro. Aunque mejor decir de los libros, porque no responde a la unicidad, sino a lo múltiple: libros nuevos, libros viejos, libros de bolsillo, libros de tapa dura, libros ilustrados, libros infantiles, libros de no ficción, libros de ficción, libros de poesía, de narrativa, de teatro, de cualquier género o subgénero. No hay verdad que no quepa en un libro. No hay emoción que no atrape. No hay un rincón de la imaginación que no sea capaz de expandir. Esos libros que nacieron en la voz junto al fuego, que pasaron al papel, y ya los encontramos en digital. Sean como sean, libros. Compañeros en la soledad, puentes con los demás.
Por eso conservo el tesoro del primer libro que recorrí sílaba a sílaba construyendo un mundo. Y preside en primer plano el fondo de todas mis videoconferencias: Osito Pardo quiere estar limpio. Después vendría el resto, pero ahí el origen de este amor que pasó por los cuentos, la fantasía, las series de detective o los libros donde tú continúas la historia, para llegar a la novela y a los poemas. Hoy toca celebrar, celebrarlos. Y felicitar a todas las librerías y sus libreros y libreras, por abrirnos sus puertas a estanterías donde rebuscar el gozo. Alimento de mis libros pendientes. Con especial agradecimiento por el 10% que muchas hoy ofrecen al público, porque se quitan su parte, junto a actividades variadas. Sus pasillos son el pecado más perdonable. También las bibliotecas públicas, ese aljibe de lo gratuito. A las editoriales de Huelva, que cada vez suman más y más a este panorama, con iniciativas que traspasan el lomo de sus publicaciones. Y a todas y todos los escritores de nuestra provincia que hayan sumado ejemplares al panorama libresco, sin su ingenio nada de esto sería posible. Por último, felicidades a los lectores y lectoras, porque seguir creyendo en la magia de las palabras no es nada sencillo en los tiempos que corren. Así que busquemos algún libro al que abrazar y felicitar porque hacen que esto merezca la pena.
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