Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Los afanes
Dejó escrito Goethe: "Puedo prometer ser sincero, pero no imparcial". Existe una diferencia entre la imparcialidad y la sinceridad. Lo justo sería que el sincero fuese totalmente imparcial, a pesar de las dificultades que ese conlleva. Porque la imparcialidad se contamina de múltiples actuaciones, hechos, vivencias. Hoy día los sinceros no son tenidos en cuenta, y no existe nadie imparcial. Por más que usted se ponga a rebuscar en lo más profundo de las entrañas, la mentira y la parcialidad se han adueñado del momento. Goethe fue sincero al indicarnos que no sería imparcial.
Goethe escribió, al final de su vida, unos pensamientos de madurez frutos de su experiencia. En uno de ellos nos dice: "Ninguna nación impone un juicio si no puede juzgarse a sí misma". Y cuando se leen estas mínimas se nos vienen a la cabeza tantas y tantas situaciones actuales. Por ejemplo, se observa que diariamente se eliminan cientos de canales de YouTube y cuentas de redes sociales. Canales y redes que no son ni han sido nunca violentos, tan solo se limitan a realizar diversas exposiciones. Nunca se han considerado como fuentes autorizadas, ni lo han promulgado. Tan solo exponen unos planteamientos diferentes a los que dicta el régimen y los medios oficiales. La grandeza de una sociedad radica en la libertad, en la exposición de pensamientos multidisciplinares, en la independencia en la expresión. La grandeza de una sociedad nunca puede fundamentarse en las fuentes autorizadas. Todo lo autorizado suele ser falso y, desde luego, nunca o casi nunca llevan razón. Nos encontramos en este punto: una pérdida, por momentos, de la libertad y una imparcialidad brutal que suele generar violencia. Escribía Goethe: "Lo que no se entiende no se posee". Y queremos poseer sin entender, sin conocer esa verdad auténtica. Da igual quién la posea o dónde está esa verdad, hay que salir a buscarla, y entenderla. Y cuando se entienda debe defenderse con uñas y dientes. Pero nuestra sociedad ha vivido un boom de políticos que dicen entender (cuando en realidad nunca han entendido) y quieren poseer a toda costa (innecesariamente). Un político nunca es una fuente autorizada, aunque ellos crean lo contrario. Un político es un ser deleznable y malvado que solo mira para sí, nunca para otros. Un político es un "incendiador" de redes y, por qué no, un destructor de la sociedad. Hay que ver como esas que se creen las fuentes autorizadas incendian las redes. Y en estos tiempos ¡con qué facilidad se incendian las redes!
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