Óscar Lezameta

Grande Bob

Ansia viva

Parece que no importa qué sientes cuando visitas un lugar o asistes a un evento si no lo compartes en las redes

06 de mayo 2019 - 01:42

Es posible que piensen que me estoy echando piedras en mitad de los ojos de mi profesión y que, a partir de ahora, los fotógrafos (por cierto, sin que sirva de atenuante, en todas las redacciones en las que he estado, y van unas cuantas, me he encontrado con auténticos magos) me miren como si me estuvieran perdonando la vida, pero lo de Bob Dylan prohibiendo que se le hagan fotos en su concierto me parece lo más gratificante que he escuchado en mucho tiempo. Con los móviles se nos está yendo la cabeza. No importa dónde estén, lo único que quieren es que el resto del planeta lo sepa.

Les cuento una. Las pasadas vacaciones -qué lejos están y cuánto las echo de menos- las pasé con mi mujer en Berlín. Al llegar a la Puerta de Brandenburgo, no pudimos evitar la tentación de entrar en el hotel Aldon. Un cinco estrellas en ese lugar es motivo más que suficiente para asomar la nariz, aunque sea desde su entrada. El resto lo hicieron las novelas de Bernie Gunther, un personaje de Philip Kerr del que ya no habrá continuación, que es de lo más original en el mundo de la novela negra y que después de dejar la Brigada Criminal de la Policía de Berlín en tiempos del nazismo, trabajó como detective en el establecimiento. Pues allí que nos fuimos los dos y nos quedamos un rato imaginando esa atmósfera pese a que poco queda de aquel lujo, ya que fue destruido por un incendio en medio de la barbarie de la guerra. Al de poco, se acercó un portero que nos preguntó -por educación, ya que a la vista estaba que no lo éramos- si nos alojábamos allí. Le respondimos que no y nos pidió, muy amablemente, que no pasáramos de un determinado punto para no molestar. No pretendíamos nada más que echar un vistazo, pero le dijimos que de acuerdo. Se nos quedó mirando y nos preguntó si queríamos que nos tomara una fotografía en el mismo vestíbulo. La cara de sorpresa que nos puso cuando nos negamos, requirió una explicación: "La imagen ya la tenemos en la cabeza". Y sonrió.

No me interesa nada si el influencer -sea lo que puñetas sea eso- de turno las está gozando en las Bahamas, como creo que a nadie, salvo a nosotros dos, le interesaba lo que sentíamos en aquel momento. Es una conversación íntima, al igual que cuando vas a un concierto y más de una leyenda, los recuerdos de tu propia vida, son tan propios que compartirlos sería algo casi pornográfico. Este fin de semana me toca de descanso y voy a dejar el móvil en casa cada vez que ponga un pie en la calle. Pruébenlo y vivirán mejor.

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