Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Hace ya tres semanas que Pedro Sánchez habló de los planes del Gobierno para mejorar la línea de tren Huelva-Sevilla y recortar la duración de viaje a menos de una hora. Una gran noticia la atención de un presidente hacia esta provincia y su voluntad de paliar uno de sus muchos males.
Después fue el ministro de Transportes quien amplió ese apunte, y por quien sabemos que se planea la construcción de una variante en la línea, y que ésta se va a electrificar y a dotar de un nuevo tren, para que las dos capitales andaluzas más cercanas pasen a estar a 50 minutos. Como en coche. Realmente no es nada nuevo porque es un viejo proyecto rescatado, aunque sin duda es muy bien recibido por todos los onubenses.
Pero Óscar Puente nos dijo también que nos olvidáramos del AVE, de lo que están “haciendo en otros territorios” de España, porque la nueva mejora es una solución más barata y es mejor descartar “inversiones bestiales” en Huelva, porque aquí no están justificadas como en el resto del Estado. Pidió, además, que valoremos esta propuesta suya porque tardará menos años en entrar en servicio y porque sólo nos dejará a 10 minutos de la alta velocidad. Dio por hecho el ministro que lo debemos “entender rápido”, como “a cualquiera que se le explique”. Aunque matizó luego, que si al final no se renuncia al AVE, sólo llegará a medio o largo plazo. O antes, si desviamos otra inversión que haya para Andalucía, porque parece que aquí se pide mucho y la andaluza es manta corta.
En cualquier caso, no corramos porque Europa ya lo ha cerrado para 2050, dentro de 26 años, así que mejor hablar de muy largo plazo. De una generación. Una eternidad para quienes llevan ya otros 32 años oyendo promesas incumplidas. Y aquí, por más que esto se explique, no hay quien lo entienda. Ni rápido ni lento.
Hay que reconocer que aun con ese futuro condicionado a lo que se anuncie este lunes desde La Moncloa, ya es un avance notable que el presidente y el ministro sepan que Huelva existe, que tiene unas comunicaciones ferroviarias deplorables y que necesita soluciones urgentes. Pero no basta con esa mejora anunciada a medias. No basta para Huelva, que sufre un aislamiento cada vez más acentuado por el desarrollo paralelo del resto de España. No tiene sentido que esta provincia se quede descolgada por un escandaloso y milmillonario déficit histórico de inversiones, pese a tener una posición estratégica única, que debería primarla más que penalizarla, y con enormes apuestas industriales del sector energético y aeronáutico en camino.
La conexión ferroviaria de Huelva con Sevilla está en tan pésimas condiciones, que cualquier mínimo arreglo es una mejora. Aunque sea para acortar apenas 12 minutos el tiempo de viaje a Madrid, y para ampliar la oferta a un solo tren más al día, para dejar el trayecto a la vecina Sevilla en 50 minutos, en vez de los 90-100 actuales. Y es por ello bien recibida la actuación anunciada por Sánchez y Puente de esos trenes lanzadera, pero sólo como una solución transitoria, provisional mientras llega el AVE a no más de medio plazo real: primero a Sevilla, prioritario, como se priorizan otras conexiones mucho más costosas en el resto de España, y posteriormente a Faro, como el propio Gobierno ha condenado a 2050 por no solicitar un adelanto en el documento final de la Red Transeuropea de Transportes.
Pero querer convencernos de que esa variante y esas lanzaderas nos valen como sustitutos de la alta velocidad, de lo que el Gobierno sí hace “en otros territorios”, aparte de una discriminación real y expresa, aquí en Huelva ha sido considerado una enorme tomadura de pelo. Porque es una falacia decir que esos 50 minutos de duración de trayecto se quedan a solo 10 de la que aportaría el AVE entre Huelva y Sevilla: el propio Estudio de Detalle tramitado por este Gobierno lo fija en 26 minutos para el trazado con más opciones de ejecutarse. El parche propuesto, pues, no es 10 minutos más que la alta velocidad, es el doble, 24 minutos para ser exactos. Y con eso, como diría el ministro Óscar Puente, estamos ante dos posibilidades: error por desconocimiento inexcusable o manipulación consciente.
Lo indudable es que la sociedad de Huelva no va a pasar más errores ni manipulaciones. Le sobran ya las diatribas, las disputas políticas, los engaños electorales y, sobre todo, la falta de acción de todos los que han pasado por el Gobierno y han podido cambiar las cosas estos años.
A los onubenses no les vale ya que se les ponga ante el dilema de elegir entre el AVE, que es necesidad y promesa eternamente manoseada e incumplida; o esos trenes lanzadera, que según el ministro, son una alternativa mejor, menos costosa y más inmediata. Las preguntas que se repiten estos días los onubenses vienen servidas en bandeja: ¿Costosa sólo para Huelva? ¿Cómo se justifican esos miles de millones más en otras provincias similares? ¿Interesan más las conexiones transfronterizas del norte que las del sur? ¿Por qué no se apuesta por el desarrollo social y económico de una provincia a la cabeza en paro y con tanto potencial turístico e industrial?
Hay que insistir. Lo del AVE a Huelva no es un capricho provinciano sino igualdad en los derechos y en el acceso a los servicios y fondos públicos. Se trata de no perder competitividad por esa desigualdad que ahora se sufre. De tener tiempo reducido de viaje, sí, y grandes frecuencias, un transporte moderno y con los mismos servicios que ahora van a disfrutar en Asturias y Galicia, y no con sus trenes desechados. De tener acceso a precios competitivos y ofertas, como esos billetes a 18 euros que publicita Renfe. De ofrecer todas las facilidades para que lleguen visitantes a Huelva, porque es cuestión de desarrollo económico y, más importante, de desarrollo social.
El problema es que esto, además, no deja de ser ahora sólo una promesa, como tantas otras que han caído por el camino. Y el descrédito de políticos y gobiernos entre los onubenses, unido a la sensación de engaño, manipulación y abandono que en Huelva dejan, merecen acciones reales, que empiecen y se acaben, y que consigan dar una solución definitiva a los problemas existentes. Sin parches. Al menos que Huelva pueda ofrecer a los visitantes las mismas oportunidades que otros destinos de España. Y cuando no hay ni alternativas como un aeropuerto, más cuesta arriba se hace.
Debe prevalecer aquí un principio de igualdad territorial, de cohesión social, de apuesta por el desarrollo donde más falta hace y donde más potencial hay para que sea un éxito. Todo lo demás, a estas alturas, es humo, puro discurso vacío, de palabras que van y vienen, mientras una tierra que puede aportar tanto a España se queda descolgada, utilizada y engañada.
Por eso a nadie extrañe que el 9 de mayo se salga a la calle en Huelva. Los onubenses están cansados de que se les discrimine, de que nunca se les priorice, siquiera para alcanzar el lugar donde otros están. Hay un hartazgo generalizado entre la población que siempre ha quedado mitigado por el desánimo de quienes nunca son considerados. Pero ahora, más que nunca, estamos en que realmente esta tierra no pierda el tren del progreso, que en gran medida lo representa el AVE, como el propio Ministerio se encarga de fomentar hace décadas, y también muchas otras infraestructuras que necesita esta tierra para salir de su aislamiento. Su futuro, seguro, pasa por ello.
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