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EL nuevo ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, se ha estrenado esta semana con la apertura de un importante tramo de la línea ferroviaria de alta velocidad entre Madrid y Asturias. La Variante Pajares ha supuesto para el Gobierno una inversión de 4.000 millones de euros en 50 kilómetros, que incluye varios hitos de la ingeniería, como un túnel doble de 25 kilómetros.
Esta inauguración ha servido al ministro para reafirmar la apuesta del Gobierno por la alta velocidad, concretada en los últimos 35 años en una inversión total de 65.000 millones de euros hasta el momento, en 4.000 kilómetros. Y expresamente una apuesta por el ferrocarril como medio de transporte para una sostenibilidad de futuro. Nada que rebatir por ser el transporte público menos contaminante y más sostenible a largo plazo, sea para la movilidad de pasajeros o para el movimiento de mercancías.
En este punto convendría que Óscar Puente, recién llegado al Ministerio, conociese Huelva y supiera de su relación con el tren, que es larga, sinuosa y fatigosa como en ningún otro sitio. Garantizado. Si hay que dar antecedentes, sepa el ministro que varias de las primeras líneas de ferrocarril de España las pusieron en marcha los británicos en la provincia de Huelva, al servicio de las importantes explotaciones mineras de mediados del siglo XIX, cuando casi llegaron a construir más kilómetros de vía que en ninguna otra provincia española.
Salvando la distancia de la historia, la realidad actual marca que la alta velocidad ni es alta ni se mueve en Huelva. Hace 30 años que se le espera, promesas mediante, a sólo 90 kilómetros de Sevilla, primera estación término del AVE, llegado entonces con la extraordinaria Expo de 1992 por el Quinto Centenario del Descubrimiento de América, que, paradójicamente, se gestó aquí, en Huelva, 90 kilómetros más allá de esa primera parada de efeméride tan onubense. Pero si es necesario, dejemos en anécdota la motivación histórico-sentimental.
En años posteriores hemos asistido a la elaboración de diferentes planes para expandir por toda España ese trazado inicial de la alta velocidad, convertida en moneda electoral manejada por los dos partidos que han ocupado ese mismo Ministerio, llámese de Transportes, Fomento u otros términos análogos. Y en ellos siempre ha estado Huelva, acostumbrada ya a ser centro de promesas incumplidas, con fabulosos proyectos y maquetas de ensueño ahora en la papelera, mientras un simulacro de estación para el AVE era ejecutado finalmente. Y a Dios gracias.
Han sido muchos documentos, dinero gastado y oportunidades perdidas. Desde la DIA concedida en 2008 que acabó sin efecto cuatro años después por no empezar las obras, a esa nueva que se solicitó en 2020 y de la que aún no sabemos nada. Si acaso, que hay que hacer un nuevo estudio de detalle del proyecto, ya redactado antes dos veces, no se sabe muy bien por qué, porque tampoco su antecesora, Raquel Sánchez, llegó a explicarlo adecuadamente en Huelva.
Y no nos fijemos a estas alturas, por favor, en quienes hicieron esto o quienes dejaron de hacer lo otro; sería ahora mismo una pérdida de tiempo y de respeto a una población onubense que requiere de soluciones inmediatas y no de reproches y excusas políticas.
Lo de la urgencia, hay que explicarle al ministro Puente, viene por la línea actual, en esa salida natural hacia Sevilla, y por extensión Madrid y el resto de España. Le podemos contar del mal estado de los trenes y de la ausencia de servicios básicos para los usuarios. Mejor hablar de los continuos retrasos y averías, de traslados recurrentes en autobús, de una degeneración del servicio que afecta a los Alvia con Madrid, y a los Media Distancia con Sevilla.
Estos últimos son de los que (sí, en solo 90 kilómetros) hay apenas cuatro en el día, con horarios extravagantes, incompatibles para quienes viven y trabajan indistintamente en Huelva y Sevilla (que son muchos) y con una duración de trayecto, cuando todo es normal, que varía entre una hora y 25 minutos, y una hora y 42 minutos. Como verá, nula competitividad frente a la carretera, por duración de trayecto, horarios imposibles, incertidumbre del servicio e incomodidades varias adicionales.
No había llegado aún al Ministerio cuando hace dos meses el Alvia que venía de Madrid se averió pasadas las diez de la noche, a las afueras de Huelva capital, a diez minutos de la estación final. Y sin apenas ayuda e información, los viajeros acabaron saliendo sobre las 2 de la madrugada, a oscuras, caminando con linternas por las vías, arrastrando maletas, entre ellas varias mujeres octogenarias. Un mes después se volvió a repetir la escena, esta vez de día y con menos horas de espera, como si hubiera que alegrarse por ello. Peor de lo que pueda imaginar el nuevo ministro. Que le cuenten quienes sufrieron esa pesadilla.
Esa es la situación en Huelva de un servicio público como el ferrocarril, que garantiza la movilidad sostenible en el país. Menos en esta provincia. Y si quiere el ministro, podemos dejarlo también en anécdota, si es que esta provincia no cuenta por ser pequeña, de solo 550.000 habitantes, con una capital por debajo de los 150.000, y con bajo número de usuarios de tren. Pero debe entender también el señor Puente que demanda y oferta van de la mano, y si la oferta del servicio es pobre o muy deficiente, poco podemos exigir a la demanda. Y como buen castellano-leonés y ex alcalde de Valladolid, cuya provincia, como sus vecinas, tienen aún menos habitantes que Huelva, bien sabe Óscar Puente lo que supone la llegada del AVE para dinamizar un territorio, social y económicamente.
Aquí, y seguro que lo sabe el ministro, estamos en un momento trascendental que ha requerido toda la atención de su Gobierno, con su presidente a la cabeza, y su compañera titular del Ministerio para la Transición Ecológica en primera línea. Debe preguntarle a Teresa Ribera sobre la importancia del Acuerdo por Doñana para el desarrollo de esta provincia, y también sobre ese proyecto titánico, el mayor de Europa y uno de los cinco más importantes del mundo, para producir metanol verde, como se presentó hace dos días en la COP28 de Dubái. Es sólo un ejemplo. Huelva –sepa el ministro de Transporte– tiene el segundo núcleo industrial de España, y está destacado como el gran foco de la transformación de la industria energética, con los proyectos más relevantes de Europa de hidrógeno verde, metanol verde y economía circular, más una minería en alza, con varios miles de millones de inversión previstos hasta 2030 al menos. Son proyectos firmes, comprometidos, motores de esa vital descarbonización mundial en la que los medios de transporte sostenibles son fundamentales. Como el ferrocarril, que hablamos. Y como toda la logística actual y futura, de lo que también sabemos bien con un Puerto de Huelva clave, en crecimiento sostenido y con altas miras esta década. Que le pregunte a su presidente de Puertos del Estado, que lo conoce muy bien, y le hable también de la línea Huelva-Zafra y de la necesidad de conexión con Extremadura.
A esto suma Huelva su condición de provincia fronteriza con el próspero sur de Portugal, deseoso de abrirse a la península con el diseño de su nueva red de alta velocidad, y tan necesaria para nosotros también para fortalecer las relaciones económicas ibéricas.
Pero si esto no fuera suficiente, sepa el ministro que Huelva, como provincia costera y de gran atractivo interior, es una potencia turística en ciernes, con mucho por descubrir y por desarrollar en un sector llamado a ser una fuente de ingresos a potenciar en una provincia con pobreza, demasiado paro y tan olvidada y maltratada durante décadas, que necesita de progreso mirando al futuro.
Le esperaremos en la estación, señor ministro. Sería conveniente que se desplazara a Huelva y pudiera seguir conociendo más de cerca esta provincia y sus demandas perpetuadas en el tiempo. Y si lo del tren no le convence, ya le hablaremos también de carreteras y aviones. O de agua e infraestructuras eléctricas, que hay para más ministros. Para todo el Gobierno.
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