Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Hace pocos días se ha celebrado el 70 aniversario del célebre llamamiento del Abbé Pierre, sacerdote francés fundador del Movimiento Emaús y emblema de lucha por los derechos humanos. En aquel frío invierno de 1954, en medio de una situación crítica de acceso a la vivienda, el Abbé Pierre lanza un potente llamado a la solidaridad a través de la radio. Y logra que toda Francia se movilice para acoger a quienes no tienen hogar, familias enteras que dormían en la calle. Aquello fue una verdadera insurrección por la justicia y forzó al gobierno a ofrecer soluciones reales.
En esa estela de convertir la indignación en acción han copado sus compatriotas, los agricultores franceses, las carreteras y los titulares de esta semana. No es una acción reivindicativa aislada: el malestar del campo francés se ha replicado al unísono en Portugal, Huelva o ante las mismas puertas del Parlamento Europeo. Son fichas de dominó que caen unas sobre otras porque lo que está colapsando en tiempo real es el modelo que las sostiene: un sistema agroalimentario neoliberal y globalizado, que ya se ha llevado por delante la agricultura familiar y ahora amenaza a las patronales agrarias, las que están detrás de las movilizaciones.
Durante décadas estas organizaciones gozaron del favor de sus propios gobiernos, impulsaron las explotaciones intensivas, acrecentaron el poder de grandes distribuidoras y expandieron los tratados de comercio internacional. El sistema creció a base de energía barata, agua en abundancia y fertilizantes sintéticos. Ahora todo eso se acabó, y se pide la cuadratura del círculo con medidas cortoplacistas, seguir en la misma dinámica de mercado y a la vez combatir la contaminación, el cambio climático o los pesticidas. A los agricultores de toda Europa hay que entenderlos, porque les están cambiando las reglas del juego en mitad de la partida, pero no se les puede dar la razón. Ha llegado el momento de elegir.
Me imagino al Abbé Pierre en medio de esas manifestaciones, quizás cortando carreteras, pero desde luego no gritando las mismas consignas. Este ciudadano del mundo alentaría protestas masivas justo en dirección contraria, hacia una verdadera transición ecológica que sin abandonar a los agricultores ponga en el centro la salud y el medio ambiente. Eso que ahora se llama soberanía alimentaria y que él, profeta de la indignación y constructor de alternativas, convertiría en motivo de un nuevo llamamiento, una nueva insurrección a favor de la vida.
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