Marisma mariana

16 de mayo 2024 - 00:45

La brisa de la marisma se ha hecho aroma de gloria. Una cigüeña vuela en lo más alto de los cielos almonteños. Es como una nueva estrella que anuncia el sol de nuestra fe, la alegría de nuestras creencias, el amanecer de una nueva vida: llega el Pentecostés de la Gracia.

La bendición del cielo ha caído sobre la tierra seca y las lagunas se han llenado de gozo, los caminos del Rocío asentaron las arenas y los pinos bebieron del néctar limpio que le mudaron de color. Ahora todo es verde de esperanza. Entre las mil aves del Coto, una especial, blanca de pureza, bella como ninguna, con rostro de mujer andaluza, se quedó en su palomar en la espera de los siete años de la tradición para volver a su pueblo, su otro palomar eterno en la devoción popular.

¡Qué misterio tiene la marisma que, viviendo en la soledad, se siente el lugar más acompañado del mundo!

Y allí está Ella, en su trono de gloria, entre las oraciones, los besos y las flores de sus hijos.

¡Bendito seas, Rocío marismeño, que nos da tu savia de vida!

¡Bendita seas, María Santísima de las Rocinas, que te quedaste con nosotros para mantener la luz encendida de nuestra devoción en tu mirada, y el amor en el rostro del Divino Niño!

Toda la marisma se convierte en un altar. Y el resplandor de las velas son más de cien hermandades que alumbra los senderos oscuros de la vida para encontrar ante Ella la luz que en las promesas de su Hijo redime al mundo. Durante toda mi vida he escrito centenares de artículos y pregones rocieros y, siempre, en cada uno de ellos, he encontrado una definición nueva de lo que es nuestra Romería, y ello es porque es imposible definirla con palabras. El Rocío será siempre Amor. Un éxtasis de gloria terrenal en honor a la Madre de Dios. Un sin vivir, viviendo la alegría, la fe y el Espíritu Santo, que vuelve sobre nosotros cuando la primavera está en su apogeo, y ya los resplandores de la fiesta del Corpus, nos avisan que Dios está aquí. Cerca, muy cerca de ese nido que cobija a una Virgen que es también nuestra madre.

La teología mariana llena nuestro corazón. María del Rocio es más que un símbolo, es una auténtica realidad de emociones y de vida, renovadas en ese Pentecostés que abre sus alas sobre la Humanidad.

Camino del Rocío van pasando las carretas, dejando marcadas en la arena la señal de una tradición que es amor, que abre surcos indelebles en esos senderos conocidos que cada año nos invitan a peregrinar.

El vuelo de los faralaes, revolotean la gracia de nuestras mujeres. El orgulloso corcel levanta su cabeza airosa de júbilo. La guitarra se templa en cuerdas de sueño, que vibran fandangos, los cohetes vuelven a firmar en el cielo su compromiso de amor mariano, y la marisma ya es todo un Paraíso donde Eva se llama Rocío.

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