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El futuro de los restos arqueológicos encontrados en el solar del antiguo edificio de Hacienda requiere de una búsqueda de soluciones calmada, sin precipitaciones, que analice todas las opciones y tenga siempre altura de miras. Por eso ahora cabe replantearse los escenarios contemplados y valorar la ocasión que se ha presentado de improviso y que puede ser inmejorable. ¿Por qué no levantar ahí un museo dedicado a Tartessos?
El yacimiento hallado en abril pasado destaca por unas estructuras que forman parte del puerto del Tartessos onubense y que suponen uno de los descubrimientos más importantes de los últimos años en la ciudad. Pendiente de aclararse la viabilidad técnica y económica de su conservación y adecuación para abrirse al público como excepcional muestra del pasado histórico de Huelva, estos restos se revelan como una gran oportunidad para dedicar en exclusiva la nueva edificación allí a un museo y centro de investigación sobre Tartessos. Sería el único en el mundo de este tipo, específico sobre un pueblo mítico del pasado, y por ello mismo tendría que ser muy ambicioso.
Porque esos restos del puerto tartésico justificarían solos un museo especializado ahí mismo, en ese punto, con esas estructuras incorporadas como elementos fundamentales de la oferta expositiva, con la ayuda de arquitectura e ingeniería avanzada para hacerlo posible y de un presupuesto a la altura de las circunstancias.
Porque probablemente no haya otro lugar en el mundo en el que tenga más sentido la existencia de un centro de estudio y exhibición sobre Tartessos. Porque hay una deuda con Huelva, también en materia arqueológica, que podría saldarse de forma generosa, más allá del proyecto actual en la Alameda Sundheim. Porque Huelva necesita de una atracción cultural, científica y turística de primer orden ligada a su consideración de ser una de las ciudades más antiguas de Occidente. Porque Huelva debe ser pionera, una vez más, asumiendo su protagonismo y liderazgo como posible capital tartésica en la antigüedad y en el mundo actual. Porque compensaría el sacrificio patrimonial hecho con el vaciado interior del edificio. Y porque se puede esperar un poco más si el resultado al final lo merece.
La idea queda ahí pero no es sencilla. Habría mucho que hacer para ponerla en práctica. De entrada, un sacrificio importante por el gran coste económico que supondría una intervención de este calado, incluyendo el descarte de los proyectos desarrollados hasta ahora para este espacio y en los que se ha invertido dinero y tiempo; aunque eso también ha ocurrido con el hospital Materno-Infantil o el AVE. Y también habría que renunciar a construir ahí la sede de la Delegación del Gobierno andaluz prevista, que debería buscar una alternativa.
Por otro lado, esta nueva iniciativa coincidiría con el proyecto del Museo Arqueológico anunciado, tras un cambio de este tipo, en el actual espacio de la Alameda Sundheim, tras descartarse en el Banco de España. Pero este plan en curso no debe alterar los planes porque no todos los vestigios encontrados en Huelva son de Tartessos y hay un importantísimo legado de otras épocas que necesita de una gran atención, precisamente sin que le reste protagonismo el pasado tartésico, subrayando la riqueza histórica de esta tierra en la antigüedad.
Ambos espacios tendrían que ser complementarios, con el valor especial que tendría desgajar y dedicar por primera vez un museo exclusivo a un pueblo mítico que probablemente tuvo aquí su foco principal, y por el que cada vez hay más interés, como se ha visto con el documental recién estrenado en National Geographic.
Y quedaría también el edificio del Banco de España en la Plaza de las Monjas y el proyecto de ubicar ahora allí el Museo de Bellas Artes. Otra reforma que, aun asumiendo el nuevo escenario hipotético, debe mantenerse de igual forma y sumar en una necesidad real de espacios culturales y rehabilitación de edificios históricos.
Esa posible reformulación de proyectos dejaría en la ciudad tres museos muy importantes, a muy pocos metros entre sí, en espacios significativos que realzarían y reivindicarían el papel de Huelva en la historia primitiva, como una de las cunas indiscutibles de Occidente. Serían dotaciones culturales de gran interés para fomentar el turismo y la riqueza ligada a una oferta de calidad y de poder adquisitivo. Y destacaría a Huelva, además, como destino obligado para estudiar y entender Tartessos en la historia.
Si algo puede ofrecer más posibilidades para la conservación de los restos arqueológicos es que los espacios implicados pertenecen a la Administración y no a propietarios privados, como ocurre en otros casos en la ciudad.
Supondría una fuerte inversión económica y quizá tendría que recurrirse a vías de financiación alternativas, como la colaboración privada o las ventanas actualmente abiertas en la Unión Europea, bien con los fondos Next Generation u otras vías. Aunque sobre todo sería necesario un entendimiento total, libre de intereses políticos, entre todas las administraciones. Porque esta Huelva que tiene un futuro industrial y económico extraordinario también necesita complementar su desarrollo con la cultura y un turismo de calidad apoyado en una historia que se remonta mucho más atrás de 1492, fecha que tampoco se puede olvidar y que debe dar a la ciudad otra aportación museística mirando a América.
¿Serían posibles cuatro museos en Huelva? Puede que incluso algún centro análogo más y sin necesidad de recurrir a Picasso, al Thyssen, al Whitney u otros parecidos, como ha hecho Málaga para convertirse en referente mundial. En nuestro caso valdría sólo con la propia historia de Huelva y sus fondos arqueológicos, también llegados de otros museos nacionales y andaluces, y las aportaciones de los artistas propios contemporáneos o pasados.
No es sencillo poner en pie una iniciativa de esta magnitud y requiere de un profundo estudio y de la buena voluntad de todas las administraciones. En la provincia de Huelva se lo debemos a Argantonios, Habis, Gargoris, Norax y Gerión, esa lista de la realeza tartésica que asumimos en el colegio como parte de nuestro pasado, más cercana que los godos. Ahí está la Sierra Tarse recuperada por Ernesto Deligny para evocar la Tarsis bíblica con la nueva Tharsis. Y un pasado, muchos siglos atrás de Colón, del que también hay que estar muy orgullosos y darles su lugar destacado. Esta es la oportunidad.
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