Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Huelva/Alberto Núñez Feijóo escribió un drama en el que confundió los papeles de narrador, escritor y actor, cuando las tres miradas son bien distintas, como sabe o debería saber, cualquier párvulo que esté atento a las clases de literatura a las que acude.
Sin embargo, Núñez Feijóo, aunque vino a engañar a muchos en su particular puesta en escena y en la venta de la misma antes del estreno, ayudado por un séquito de aduladores irredentos y de la tramoya mediática que sólo defiende sus intereses crematísticos, a la hora de la verdad, han quedado noqueados en la primera representación, es decir, en la escenificación de la obra en el proscenio, que es lo que importa para el espectador y también para la ciudadanía que acude al evento, y resultó que, ni la misma ultraderecha, o sea VOX, le ha dado la mano en este mal tránsito, que acaba con las aspiraciones del que fuera ganador legítimo de las elecciones generales del 23 de julio pasado, pero, como le decían un día sí y otro también, una cosa es ganar los comicios, y otra bien distinta, es tener una mayoría que te apoye en la cámara baja, que es la que fija el gobierno y hace las leyes en este país.
Todo lo demás, es cuento. Pose. Artilugio. Ganas de enredar a los demás para no caerse. Y es que, aunque nadie lo diga, lo manifestará este aficionado plumilla: Feijóo y toda la cuadrilla que le acompaña, sabiendo que están al borde de un precipicio insondable, y que han perdido la oportunidad de demostrar lo indemostrable, o sea, de que las cosas sean de otra manera a la que el pueblo soberano decidió cuando fue a las urnas, y, a pesar de todo, ha querido marchar impertérrito, con la bandera en alto, a la espera de una aparición puede que celestial, porque, si no, no se entiende tanto galimatías y tanta faramalla estridente, y de que el postulante apretó con toda la fuerza el sable y las ganas, sabiendo de antemano ―no minusvaloremos su hacer político tampoco― que a lado alguno iba. Las cosas son como son, y además, como marcan las leyes en una democracia, y todo lo demás es teatro. Del absurdo si quieren, pero, teatro, al fin y al cabo.
Ahora queda la próxima batalla. La mesa del parlamento ya se ha configurado y ahora viene, desde ya, seguir con lo estipulado en el ordenamiento jurídico. Y si la próxima jugada, también le sale mal, que vaya teniendo cuidado, porque las espadas están desenvainadas, especialmente las de algunos componentes del mismo partido que dirige.
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