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Sólo en Huelva parece posible que puedan darse paradójicas confluencias, imposibles, por incongruentes, en cualquier otro lugar. La provincia que es noticia estos días por el comienzo de la construcción de una de las mayores plantas de biocombustible de Europa, lo es también por quedar condenada a esperar 26 años más para tener una línea ferroviaria de alta velocidad, que es ya un estándar en España. La misma tierra que lidera la mayor innovación industrial de las últimas décadas, y por la que será un enclave estratégico para el desarrollo económico de Europa, estará incomunicada con el resto del continente durante el próximo cuarto de siglo.
La lógica se ausenta y la paradoja se acentúa cuando se repara en que todas las inversiones industriales previstas en la provincia de Huelva (billonarias para los anglosajones) están orientadas a la generación de energías limpias, con fuentes renovables y moléculas verdes. Éstas marcan el proceso de descarbonización que tiene como horizonte el año 2050 para cortar la dependencia de los combustibles fósiles y la reducción de emisiones en Europa. Pero al mismo tiempo se impide que se reduzca el riesgo de siniestralidad y las emisiones por carretera en la segunda autovía con más tráfico diario en Andalucía por no apostar por el medio de transporte público de larga distancia menos contaminante.
Esa simbólica primera piedra puesta el viernes en las instalaciones de Cepsa en Palos de la Frontera es la muestra de que todo lo que se ha hablado hasta ahora es ya una realidad, que en este caso será palpable en apenas dos años. Lo decía el consejero delegado de la compañía energética, el holandés Maarten Wetselaar: “Pasamos de los dichos a los hechos”. Aquí empieza la aplicación de los primeros 1.200 millones de euros de inversión que van a llegar a Huelva estos próximos años en la que, sin duda, es una nueva revolución industrial, con uno de los principales epicentros europeos en esta provincia onubense.
En 2026 tendremos la planta de biocombustibles 2G, a partir de aceites vegetales y agua reciclados. En uno o dos años más, el hidrógeno, el metanol y el amoniaco verdes. Podemos irnos a 2030, dentro de seis años, que no está tan lejos, para que veamos funcionando a pleno rendimiento la mayoría de los proyectos energéticos que se están desarrollando en el entorno del Puerto de Huelva. Una explosión de empleo y millones de inversión. Pero aún faltarán 20 años más para que llegue a esta tierra de prosperidad industrial, y fuente de independencia energética europea, una línea de alta velocidad ferroviaria, como estará ya entonces en prácticamente todas las provincias de España.
Hace unos días se revisaron en Bruselas, en la Comisión de Transporte del Parlamento Europeo, las propuestas para modificar el documento de la Red Transeuropea de Transporte (TEN-T) aprobado a finales del año pasado. Huelva aspiraba a adelantar la previsión inicial de llegada de la alta velocidad ferroviaria en la tercera etapa contemplada por la Unión Europea, con 2050 como límite. Pero no ha sido así. Los plazos más desfavorables se confirman para la conexión de tren de pasajeros, por más que figure la provincia en el corredor europeo. Y tampoco se incluye, ni en la fecha más alejada, la autovía con Extremadura, que debe buscar su salida marítima natural al sur, con Huelva, y no al oeste, por Portugal, como sí se prevé.
El aislamiento ferroviario de Huelva se produce por ambos lados. Europa no contempla salida ni por Sevilla ni por Faro, en Portugal. No hay rastro de esa conexión reivindicada hace dos semanas por los alcaldes de las tres ciudades y que debe ser fundamental para el desarrollo regional de Andalucía y Algarve. En plena apuesta por la cohesión territorial europea para frenar las dependencias exteriores, llama la atención que no se atienda esta demanda y se condene al aislamiento a dos regiones periféricas pero de ubicación estratégica, en la puerta suroeste de Europa.
Falta la apuesta de Bruselas, pero falta también visión, convencimiento, iniciativa y determinación de los gobiernos de Madrid y Lisboa. Aún más grave en el caso del español, teniendo en cuenta el papel que va a jugar este territorio onubense con la industria energética y la oportunidad que ahora hay abierta para la llegada de fondos europeos para corresponder las necesidades adicionales que se van a generar con el desarrollo socioeconómico de los próximos años.
Ha coincidido estos días, además, el anuncio de Renfe de que han sido 306.000 viajeros los que han tomado la línea Huelva-Sevilla en 2023. La cifra supone un aumento respecto al año anterior por los bonos gratuitos facilitados por el Gobierno. Y aún así no alcanzan el millar diario, poco más de 800, no por falta de potencial demanda en el trasiego diario entre ambas capitales, sino por la insuficiente y deficiente oferta, que no se adapta a las necesidades diarias de los viajeros, entre frecuencias mínimas, horarios insuficientes, duraciones eternas e incidencias constantes. Una realidad insufrible, también para quienes no tienen más remedio que sacar su billete, y que sólo se podrá paliar adecuadamente con un nuevo trazado que debería traer la alta velocidad a Huelva.
Falta más inversión pública frente a la privada. No hay correspondencia. Un misterio inexplicable. Y estaremos cruzando los dedos para que estas industrias puedan ponerse en marcha sin tener que esperar a que se dote también a la provincia de una infraestructura eléctrica para soportar todas sus necesidades.
Es el sino de esta tierra. Ahora confirmado con una condena de 26 años, como si se tratase de la peor sentencia punitiva que se le pudiera aplicar. Huelva no lo merece, pero tiene por delante un insólito futuro que nadie, ni propios ni ajenos, se pueden explicar.
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