Desde la Ría
José María Segovia
Gran orquesta
Arias breves
En octubre de 1971, el papa Pablo VI recibió en mano una carta del cardenal primado inglés John Heenan. La carta la firmaba este prelado y más de ochenta intelectuales cristianos, agnósticos y ateos. El Papa la abrió y quedó mudo. Se fue a ver los nombres de los firmantes y vio el primero: Agatha Christie, escritora. Y siguió leyendo: Graham Greene, escritor; Robert Graves, escritor; Yehudi Menuhin, violinista; sir Colin Davis, director de orquesta, Francois Mauriac, premio Nobel de Literatura; Jorge Luis Borges, escritor; Jacques Maritain, filósofo, María Zambrano, filósofa, Andrés Segovia, guitarrista…, y así hasta varias decenas de nombres señeros de la cultura occidental del momento a los que se habían sumado destacados políticos de todo signo. Con semejantes firmantes ya no podía el Papa pasarle la carta a su secretario sin leerla. La leyó y ordenó que se concediese lo que allí se pedía.
Se hablaba en la misiva de algo que tiene actualidad esta semana en Huelva. Pero vayamos por partes. Dos años antes, Pablo VI había firmado un nuevo Misal de la Iglesia Católica. Este texto suponía una nueva forma de la misa del rito romano después de casi mil quinientos años. Nació la misa que hoy todos conocemos. La misa milenaria, la que se remonta a san Gregorio Magno, siglo VI, iba a ser preterida, olvidada. Y fue ahí donde saltaron estos intelectuales. Le pidieron al Papa un indulto. Y lo concedió. Según los firmantes una expresión tan sublime de la cultura occidental no podía ser abandonada a su suerte. La expresión espiritual más alta que había conseguido Occidente no podía desaparecer. La misa que inspiró a centenares de músicos, poetas y pensadores no podía ser borrada. La misa que produjo los momentos más altos de compositores tales como Palestrina, Bach, Beethoven o Mozart pertenecía y pertenece al Patrimonio Inmaterial de la Iglesia y de la Humanidad. Era la misa de santa Teresa de Jesús y de san Juan de Cruz. La misa que le hizo decir a Federico García Lorca en carta desde Nueva York de 1929: "Aquí he comprendido lo que es una misa, un espectáculo fervoroso, de una enorme poesía y belleza, único en el mundo". Esta misa es de todos, de los fieles católicos, por su valor incalculable, y de todo aquel que sabe y siente que la cultura occidental no se puede explicar sin ella.
El próximo sábado 17 por la tarde, en Palos de la Frontera, en la Capilla de la Virgen del Carmen, vuelve para todos. Todos recuperamos ese día parte sublime de nuestro patrimonio compartiendo las palabras del papa Benedicto XVI: "Lo que para las generaciones anteriores fue sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande".
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