Javier Sánchez Menéndez

Pobre Europa

Los afanes

05 de agosto 2018 - 01:46

Ando buscando los orígenes del gran cambio social del siglo XX, el momento donde se hunden los valores morales de toda una civilización. Las actuales generaciones están sumidas en una gran crisis existencial. La forma en la que vivimos el presente ha cambiado. El fanatismo se ha adueñado de nuestro pensamiento, y el fanatismo desemboca en catástrofes. Los políticos populistas han explotado esta crisis de identidad y han creado partidos y movimientos antieuropeos.

Dice Imre Kertész en una entrevista de 2012: "Ya hablé de la caída de los valores durante el régimen nazi. Hemos de crear, construir nuevos valores, un nuevo sistema. Es fundamental para lograr defender Europa y los valores europeos. Europa es muy pequeña, comparada con otras partes del mundo. Grecia era también un pequeño país cuando luchó contra Persia, pero peleó y defendió sus valores. Cuando hablamos sobre la defensa de nuestros valores debemos considerar que el valor de la libertad de pensamiento que gozamos en Europa es el valor más importante. Si valores como éstos no se protegen, será el fin de Europa." Para Kertész el Holocausto pudo ser el origen del inicio de la crisis. Pero creo que nos debemos irnos hasta la Primera Guerra Mundial.

Malas personas han existido siempre. Tal vez en la primera gran guerra se inicia el comienzo de nuestra catástrofe. En estos momentos Europa debe reinventarse o reconstruirse. Debe reformarse ante los acontecimientos de los últimos años. Un claro ejemplo es que la UE todavía no tiene una política migratoria unificada.

De nada sirve el maquillaje que en las últimas décadas la UE ha utilizado ante los problemas reales. Tan solo los ha ido cubriendo con parches. Pero los parches son débiles. Solo sirven para establecer una solución momentánea, sin soluciones sólidas. Esa reinvención de Europa debe tratarse bajo todos los prismas posibles: económico, social, territorial, con nuevos tratados (los que hay están obsoletos y son irreales).

Para construir, o reconstruir, una Europa fuerte y unida, es preciso olvidar los intereses particulares de los estados para centrarse en los intereses generales. Europa está llena de "intelectuales superfluos", un término que acuñó Kertész en su obra del mismo título, ellos acaparan los cargos públicos, la toma de decisiones. Esto es un error. Los "intelectuales superfluos" nos llevan hacia el resentimiento; la incapacidad de superar el pasado es como una enfermedad que permanece, y que se ha quedado anclada en nuestras conciencias.

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