El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Hay muchas razones para lamentar la noticia de la liquidación de una empresa como Prelar, la que hasta ahora se ocupaba de la planta textil de la Fundación Laboral Escode, la principal es ver como gente amiga tiene que dejar atrás mucho más que un trabajo, doce años después de que fueran abandonados a su suerte por los dueños de la empresa para la que todos ellos trabajaban. En aquel momento no se conformaron y decidieron constituirse como Sociedad Laboral para hacerse cargo de la actividad y mantener, así, sus puestos de trabajo.
Consiguieron ese objetivo durante algo más de una década, aguantaron durante ese tiempo luchando contra enormes dificultades, pero el mayor molino contra el que han tenido que luchar es, posiblemente, la irrupción de nuevas empresas que basan su negocio en la explotación laboral y la falta de una conciencia entre los consumidores que les permita discernir dónde se dan unas condiciones de trabajo dignas y dónde no, para, en consecuencia, priorizar sus compras en aquellas empresas donde sí se den esas condiciones. Sucumben -sucumbimos- los consumidores a los cantos de sirena del marketing, caemos a los pies de esa multinacional que monta sus tiendas en los mejores centros comerciales, nos rendimos a la otra que te vende todo lo que quieras “al mejor precio” sin necesidad de movernos del sofá de casa… mientras lamentamos las condiciones de trabajo que sufrimos, sin percatarnos, siquiera, de la relación causa-efecto que hay entre una cosa y la otra.
Se nos llena la boca con discursos de defensa de lo nuestro y la muñeca de banderitas de España, Andalucía y Huelva, pero a la hora de la verdad -y la hora de la verdad es esa en la que decidimos qué hacemos con nuestro dinero, sea mucho o poco- apostamos por comprar nuestra comida en un supermercado alemán o francés y nuestra ropa en una tienda que deslocalizó toda su producción hacia países donde no han oído hablar de los derechos laborales o a través de una aplicación americana o china.
Yo voy a echar mucho de menos el trato humano, cercano y honesto que recibía de Ana, Rosalía, María José García, Eugenio, Luisa, Regina, María José Juan y Rocío, pero les deseo lo mejor, fueron muy valientes cuando emprendieron la aventura de asumir la responsabilidad de su propia empresa y demostraron que se podía, sólo les faltó que los demás y las demás también nos lo hubiéramos creído.
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