La ciudad y los días
Carlos Colón
Nunca estuvieron todos
LA música suena a toda pastilla, una monitora hace las indicaciones de los ejercicios, frente a ella la gente intenta imitar descompasademente sus movimientos, yo me quedo tumbado en la toalla, a la sombra. El aquagym para quien lo trabaja. Yo tengo claras mis convicciones: sombra, gorra, libro, redes sociales, conversaciones y un remojón de vez en cuando. Y cada cual que haga lo propio con las suyas, faltaría más. Tengo felizmente plantado el cartel de estoy de vacaciones, y en ello me esfuerzo. Las vacaciones son para las cosas que nos gustan pero que no nos dan de comer. Ejecuto mi plan en la playa, en la piscina o en el sofá. Reconozco que los exteriores me dan el aliciente del extraño exhibicionismo de estas fechas. Cuerpos en todo su esplendor. Cuerpos sin tapujos. Abdominal y abdominales. Cuerpos de barra de dominadas y cuerpos de barra de bar. Pieles lisas y pieles estampadas. Todas las edades. Lo oculto queda al descubierto. Lo que frenan los tabiques ahora transcurre en 3D y Dolby Surround. Maravilla. En las zonas de costa está vetado lo timorato. Estamos en una falla del multiverso, las convenciones sociales transmutan. Transmuta el calzado, las vestimentas, los códigos horarios. El desayuno transcurre en una franja horaria que roza con las 12:30 horas. El almuerzo puede finalizar a la hora estándar de la merienda. Y la cena juega con los límites de un día y otro. Y no pasa nada. ¿Qué hora es? ¿Qué día es? Preguntas que casi carecen de respuesta. Las únicas muescas que cuentan son las de entrada y salida de quincena.
Pienso en este entorno en mis abuelos, para quienes esto sería una fantasía. A los de la ciudad, las vacaciones eran una huida al pueblo. A los del pueblo, las vacaciones se reducían a usar más el patio de la misma casa y algún ocasional viaje organizado. Tal vez considerarían que malgasto mi tiempo, y es exactamente lo que pretendo. Un privilegio arduamente conseguido. Y por eso no me importa que me planten unos comicios en estas fechas, porque para mis abuelos eso de quejarnos por votar también sería parte de un universo de ciencia ficción, fueran las fechas las que fueran. Yo he votado por correo, todo bien, por cierto. Formo parte de esa porción de población que las elecciones generales le cruzan por el calendario de su veraneo. Por suerte el sistema funciona y hemos compaginado la ciudadanía con el relax. Me gusta esto de la democracia, se nos hace cotidiano, eso de votar según unas convicciones sabiendo que hay tantos gustos como modelos de bañadores. Un chapuzón que valoro.
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