El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Cuando la fiebre te adormece y la tos hace que te duela todo el cuerpo, comprenderán que en el despertar mañanero, si recibes una fotografía de la nieta que con cinco meses está vestida y preparada, como corresponde, para ver a la Hdad. de Emigrantes que tanto significa para nuestra familia y te aseguran que la misma actitud de sorpresa se le producirá con la Hdad. de Huelva, donde la marea humana que acompaña al Simpecado es capaz de producir la atención de una mente infantil aunque esté en incipiente desarrollo.
Pues bien, esta reconfortante sensación íntima y personal, me da motivos para comentar, desde mi condición de rociero atípico por individualista y amparado en lo posible por discreción y el anonimato, lo que no ha supuesto que no haya tenido oportunidad de cantar las Grandezas de la Virgen del Rocío en algún que otro Pregón.
Algo sí que tengo claro desde ese individualismo mariano que he referido y desde la sufrida condición de onubense que compartimos, es la pluralidad inmensa de sensaciones y vivencias que genera el mero y sencillo hecho de acompañar los Simpecados de nuestras Hdes. y que otorga infinita universalidad a la celebración mariana porque siendo una, es plural y ello la convierte en universal.
Y es que Huelva, se hace única en las dos jornadas de salida de las Hdes. que generan tal cantidad de sensaciones, la mayoría de ellas intangibles, por íntimas y culminación de un año entero haciendo un recorrido emocional que nos llevará a una ensoñación constante sobre cómo será el nuevo encuentro con Ella y el cruce con su mirada durante la procesión. Todo ello, acompañado de dos palabras fundamentales en los cánticos y los vítores: Rocío y Huelva, pero observarán que todo se hace en la alabanza al carácter maternal de Ella.
La prueba está en que se podrían cometer errores pero no hay invocación pública alguna que no incluya al Pastorcito Divino y concluya con ¡Vivas a la Madre de Dios! con lo que cualquier tentación de sincretismo queda obviada por el tácito reconocimiento de la grandeza maternal de la Virgen del Rocío.
Pero dicho todo esto y basándome en la pluralidad referida, reconocerán que puede haber tantos “rocíos” como personas se acercan a la Ermita y, en consecuencia, a lo largo de todo lo que conforma el ceremonial de la Romería, se produce un hecho que no aflora o lo hace poco externamente aunque no hay más que observar las caras y las lágrimas ante Ella, se trata de una especie de obituario general en el que, por la Mediación de Ella, hablamos con los ausentes que en muchos casos, nos enseñaron a entender lo que es y significa el Rocío, ese que ya están disfrutando ellos en eterna Romería Celestial.
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