José María / Segovia

Viernes de Dolores

Desde la ría

26 de marzo 2015 - 01:00

EL dolor se ha estremecido en un clavel de amargura. La Pasión del más justo de los hombres se acerca a nuestra alma entre hachones encendidos, toque de tambores y túnicas de distintos colores, tachonando de misterio la noche onubense. ¿Qué tiene Huelva que cuando el llamador de un paso avisa a una levantada estremecida se nos encoge el corazón bañado en lágrimas de dolor?

Llega el Viernes de Dolores y todo el cielo de nuestras devociones se ensombrece ante el anuncio de unos días en los que la meditación y el sacrificio serán candelabros del espíritu que alimenten nuestra fe. Allá por la barriada de Las Colonias, una Virgen de Dolor anuncia que siete días de penitencia serán bandera para luchar contra nuestras diarias caídas humanas.

Cuando esa Virgen pase, después por la Merced, otra Dolores ofrecerá sus lágrimas de siglos entre las caricias de unas palmeras que tan sólo días antes cantaban hosannas y aleluyas por las calles de nuestra liturgia eterna.

Y en el esplendor del Jueves Santo, cuando la noche abra el almanaque de cinco siglos por la Concepción, de nuevo Nuestra Señora y Madre de los Dolores, temblorosa en la espera de su Coronación, entonará el más bello poema de amor, en una oración que hizo a Huelva entera un Getsemaní de cielo.

¡Cuánto dolor en la pena y cuánta pena tiñendo de morado el luto de una Pasión que mortifica nuestras carnes!

Ya el Viernes de Dolores, con rumores seculares de servitas en el nombre de María, se abre ante nosotros como una Cruz de guía en los desfiles que se convierten en largas filas penitenciales acompañadas de la luz de un cirio que es cera encendida de nuestra fe. La Semana de Pasión onubense está llena de poesía y de dolor, como sol y luna de unas tradiciones que se mantienen frente a la marea de corrientes ideológicas, de desmanes iconoclastas y de tibieza religiosa que mina la riqueza un monte calvario donde finalmente resplandecerá la luz, cuando los oficios de tinieblas se apaguen y los salmos a todos los santos nos preparan para un repique de campanas que anuncian alborozadas la esperada Resurrección.

El misterio de nuestra Semana Santa es tan incomprensible que sólo a la luz de la verdadera fe en el nombre de Jesús nos hace sentirla y comprenderá en toda plenitud.

Mañana será Viernes de Dolores y todas las advocaciones alegres, bellas, únicas, del carácter devocional andaluz se cubrirán de dolor en un sentimiento que es de por los siglos principio y columna de nuestra religión.

María de los Dolores, página viva y eterna de un sufrimiento que ya latía en su corazón desde la anunciación en Belén.

Entremos en el Viernes de Dolores arropados en el luto de una semana única, especial y grande en nuestras vivencias más fuertes.

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