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José Antonio Carrizosa
La confianza está rota
Con unas muy instructivas -siempre es necesario aprender, pero, más aún, recordar, rememorar lo que otrora fuimos- palabras previas del profesor de la Universidad de Nador Aziz Amahjour y un prólogo del poeta y crítico José Sarria, la incansable Paloma Fernández Gomá ha puesto en circulación Zéjeles de alborada (Editorial ImagenTa), en el que se incluyen unos galanes dibujos de Antonio López Canales como acompañamiento. Una bellísima edición bilingüe (español-árabe) cuya traducción ha corrido a cargo de Chakib Chairi, hispanista y profesor de Historia y Cultura Andalusí en la Universidad de Tetuán.
El zéjel -tan poco difundido en nuestro tiempo- viene a ser una composición estrófica dividida en tres partes: un preludio, una mudanza y un verso de vuelta que repita la rima del preludio. Su origen está en la literatura hispanoárabe, posteriormente utilizada en la castellana. En palabras de Aziz Amahjour el zéjel es una poesía popular que apareció en paralelo con las moaxajas en el Al-Ándalus; es de carácter oral-dialectal y, por tanto, natural y espontánea (…) que los poetas improvisaban en reuniones donde no faltaban instrumentos musicales para acompañar el ritmo y la musicalidad de los versos: "En canto de algarabía/ que la noche heredaría./ Todo un vergel nacido/ de luces amanecido/ regó el más fértil nido/ con trino de aljamía./ En canto de algarabía/ que la noche heredaría".
Paloma Fernández Gomá, con la que comparto tareas hace casi una década en asociaciones literarias y humanísticas, recupera, con estos diecisiete zéjeles, el ritmo cadencioso, cantarín y hasta bailable que proporciona su estructura: "El ruiseñor cantaría/ en el borde de la ría./ Hojas de mirto y laurel/ sobre la fronda de aquél/ el más hermoso plantel/ de la mar que florecía./ El ruiseñor cantaría/ en el borde de la ría".
Esta algecireña de adopción -nació en Madrid- conoce a la perfección lo que supone una frontera. Fundadora de la revista intercultural Dos orillas, Fernández Gomá sabe lo que conjeturan el destierro y la migración. No en vano vive al lado de ese osario que es el Estrecho de Gibraltar, cabeza del cementerio madre instalado en el Mediterráneo. Esos lugares en donde quedan al descubierto las vergüenzas de los mandatarios europeos y en los que, todos los días, todos los días del año, mueren un número indeterminado de personas, váyase usted a saber, buscando un lugar en donde poder vivir, y, si es posible, comer.
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