
Envío
Rafael Sánchez Saus
Una semana decisiva
Tenía un apasionado interés por este libro. Siento una febril fascinación por los parajes de los que se ocupa, que he recorrido en bicicleta, cuando era posible – sus arenales dificultan la circulación – en coche o pateándolos incansablemente. Me serviré de la acertada localización que describía el hermano de la autora, Juan Villa, cuyos libros he glosado en esta columna muchas veces, en el artículo sobre tan interesante texto publicado en nuestro periódico: “Las tierras al oeste de la mítica Doñana, al oeste del Edén de tanto cazador y nombre rimbombante de reyes, nobles, viajeros románticos, célebres ornitólogos… fueron siempre un espacio tomado por la neblina, invisible, habitado por lo anónimo, por gente que nunca dejó huella ni memoria, ni lo pretendió. Se desarrolló en él solo eso que Unamuno llamó intrahistoria o historia de los seres sin prosapia, sin siquiera nombre”.
Me refiero al libro “Donde habita el olvido. El Abalario, un paisaje de Doñana”, de Águeda Villa Díaz, publicado por la Diputación Provincial en su colección Divulgación, que supone una extraordinaria aportación al conocimiento de un extenso territorio situado al norte entre Mazagón y Matalascañas, dos puntos de conocimiento general, de una diversidad y de un atractivo geográfico y geológico excepcionalmente notable. Águeda Villa emprende en su intenso y subyugante relato – con visos novelescos a veces – de rigurosas descripciones de carácter geofísico o geomorfológico, pero también de legítima raigambre histórica y humana, narrándonos los distintos procesos de naturaleza política, industrial – las explotaciones coloniales -, económica y social, además de reivindicar sus valores paisajísticos, ya que el paisaje, según la autora, es “una realidad compleja donde se mezclan formas objetivas y objetividades”. Resulta así especialmente sugestivo, junto a las referencias históricas en las que el texto abunda, una considerable relación de fechas y datos muy reveladores, particularmente en la labor de repoblación forestal. Un sugestivo glosario toponímico: poblados, portales, lagunas, charcos, vetas, senderos, arroyos, algaidas y otros espacios profusamente dotados de una floresta exuberante y frondosa.
En la segunda parte del libro, más atractiva, si cabe, Ángela Villa define ese carácter marginal del paraje que “actualmente, ocupa una posición opacada en relación con los espacios protegidos de Doñana”, enmarcando las peculiaridades específicas de un paisaje que “se está presentando como una expresión especialmente reveladora de su patrimonio”.
En tan copioso contenido literario, expresado con admirable amenidad por la autora, hay que destacar el excepcional aporte gráfico: mapas, planos, fotografías e ilustraciones que enriquecen un bagaje editorial realmente valioso. En suma un libro necesario para interpretar los enigmas de esos lugares mágicos, fascinantes y ya imprescindible para el conocimiento del privilegiado entorno de ese talismán impagable que es Doñana.
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