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La colmena
Magdalena Trillo
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Hay un nuevo orden internacional. O quizá sea un desorden. Todavía no se sabe lo que es. Tampoco se sabe quiénes son los amigos, que ahora están cambiando de un día para otro. Sin embargo, está clarísimo que la Unión Europea se está quedando fuera de ese juego, no sólo con Ucrania. Y que España se puede quedar incluso aislada dentro de la UE. Esto sería como el episodio del conde Lucanor, con el rico arruinado que sólo comía altramuces y el mendigo que se comía las cáscaras que tiraba. España se va a comer las cáscaras, o puede que ni eso. Se ha colocado en el sitio equivocado.
La solución tampoco es reírle las payasadas a Donald Trump. América es lo primero (y también lo último) para el presidente yanqui. Todos los demás países no le importan, y los va a manejar según le interese. A sus amigos de Vox el trumpismo les puede venir bien o mal, según. Porque si le endosan aranceles a los agricultores españoles, les va a impactar de lleno en la línea de flotación para un sector importante de los votantes de Abascal. Y no bastaría con decir que la culpa es de Pedro Sánchez, por dedicarse a chulear de palabra a Trump.
Pedro Sánchez está en el lado equivocado de todo. Si la UE se enfrenta a Trump, y si los partidos de ultraderecha le ríen las ocurrencias al presidente de EEUU, Sánchez debería aplicar en España las políticas y alianzas existentes en Bruselas. Es oportuno recordar que el PSOE y el PP hacen en este país lo contrario que en la UE. Los populares y los socialistas gobiernan en Europa y han pactado los cargos. Por ejemplo, Juanma Moreno presidirá el Comité de las Regiones junto a la socialista Kata Tutto. Y resulta que los populares y los socialistas van a votar juntos ese pacto. ¿Alguien se imagina que el PSOE pacte con el PP en España o en Andalucía? Pues los mismos que aquí se insultan, en Bruselas se reparten los cargos con la mayor naturalidad.
Para que Europa sea fuerte hace falta que sus países sigan las mismas políticas. No se puede hacer en Madrid lo contrario que en Bruselas, sólo para mantener a un periquito en la Moncloa. Lo razonable, en las condiciones actuales, sería convocar elecciones. Y que los dos partidos mayoritarios respeten que gobierne el más votado, incluso en minoría, con apoyos puntuales para pactos de estado. Ya se sabe que eso es una utopía. Pero la debilidad permanente va a dejar a España en un pésimo lugar dentro del nuevo escenario internacional. Y las consecuencias se pueden pagar caras.
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