Luis Sánchez-Moliní Carlos Navarro Antolín

AlhucemasEl prestigio perdido de Marlaska

La aldaba

14 de marzo 2025 - 03:07

Como en la vida hay que procurar no perder el blindaje de la inocencia, conviene mirar la política con buena fe y esperanza, pero resulta que una y otra vez nos damos de bruces con la peor realidad... La que se empeña en llevarnos como la burra al trigo. Erre que erre. La política es una trituradora de personajes, carreras profesionales y trayectorias que eran brillantes y solventes hasta antes de desembarcar en la vida pública. Miren el enésimo pinrelazo que ha metido el ministro Marlaska, el mismo que mintió sobre aquellos trágicos sucesos en la valla de Melilla. Sonaron voces tronantes que le pidieron la dimisión, pero no ocurrió nada de nada. En España está normalizada la mentira. La poca vergüenza o su carencia vertebran la sociedad. El catálogo de causas para dejar un cargo público está reducido a una o dos que no citaremos para no crispar los ánimos en un país que no admite matices en debates sustanciales. “La lucha contra el narcotráfico en Andalucía es objeto de estudio en Europa”. No habían pasado ni dos horas desde que el ministro del Interior soltó esta perla al ser preguntado por las narcolanchas por el Guadalquivir, cuando dos embarcaciones tripuladas por delincuentes chocaron en el río, en un accidente que estuvo a punto de ser una tragedia. En ocasiones la realidad deja al desnudo una política de estúpidas declaraciones, poco trabajada, abonada al efectismo y centrada en la emisión de mensajes de tranquilidad sin base racional. Marlaska fue un magistrado respetado, brillante y de prestigio que contó en su día con los elogios de PP. Se ha convertido en uno de los iconos no ya del PSOE, sino del sanchismo. En 2018 vendió el alma de su prestigio a una ideología que solo defiende el mantenimiento del poder por el poder. Picó el cebo y probó ese veneno que crea adicción. En el recuerdo quedan sus actuaciones en la Audiencia Nacional contra ETA o contra fraudes monumentales como el de Fórum Filatélico, aquella estafa piramidal que se pulió los ahorros de miles de particulares de buena fe. Nunca entenderemos qué lleva a ciertos profesionales a abandonar plazas ganadas por oposición para ponerse a las órdenes de gente criada en aparatos de los partidos. Es el mundo al revés. No vivimos los tiempos de la Transición, sino los de una política en la que parece imposible que el prestigio exterior reduzca algo la podredumbre de la vida pública española. Marlaska ha hecho lo peor que se puede hacer: el ridículo. Pero en el fondo da igual. Está blindado por un marco mental creado por el sanchismo. El de la inocencia que citábamos al inicio es música celestial, cosa de románticos e ingenuos.

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