Antártida

26 de enero 2025 - 03:06

Ahora que tanto se habla del polo norte, con el interés de las grandes potencias mundiales por dominar un escenario próximo de deshielo, del que poco les preocupa, a pesar de sus evidentes riesgos, sólo pensando en las rutas marítimas y en la extracción de las previsibles riquezas que permanecen hoy ocultas y de las fanfarronerías de Donald Trump con la “propiedad” de Groenlandia (cuidado con los que van de tapadillo, que a esos no se les ve venir y son los que, de verdad, mientras otros crían la fama… cardan la lana), poco o nada se habla del extremo sur de nuestro planeta: la Antártida.

Quedan muy pocos lugares como la Antártida, protegida, desde el Tratado firmado en 1959, como el único espacio terrestre y marino dedicado al bien común de la humanidad, a la ciencia y a la paz, sin fronteras ni aduanas. Ya vemos como están lo océanos del planeta, convertidos en enormes vertederos. Lo que hasta los años noventa fue lugar habitual para arrojar residuos nucleares (recuerden los bidones radiactivos cayendo sobre las lanchas de Greenpeace cerca de las costas gallegas). Las leyes del mar poco importan, porque, en muchos casos, no hay una legislación que castigue todo lo que ocurre en aguas internacionales. Ni siquiera el espacio exterior se libra, porque, a pesar del Tratado de 1967, en plena carrera espacial, ya se están proponiendo expediciones comerciales y usos de explotación minera de la Luna, eso, sin contar con la multitud de satélites militares y de espionaje que tenemos rondando sobre nuestras cabezas, nada bueno.

Sin embargo, la Antártida, sigue gozando de esa protección desde que R. Amundsen, llegara por primera vez a su centro el 1911. Hoy es un sitio para la ciencia, con más de setenta estaciones permanentes de investigación de treinta países de todos los continentes. También es un espacio para la aventura y los desafíos que la humanidad siempre ha buscado. Lo que en 1904 significó el espíritu de la expedición de E. Shackleton, continúa en personas como Karen Kyllesø, que hace apenas unos días, esta joven noruega de sólo veintiún años, ha conseguido llegar sola y sin apoyos, al centro del polo sur.

En estos tiempos de tanta palabrería hueca y tan poca acción honesta y desinteresada, anhelo que dejen, por favor, el continente Antártico tal y como está; un enorme lugar de ciencia, aventura, historia y concordia entre los pueblos del mundo.

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