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Las elecciones en Alemania son importantes para España y no se le está prestando la atención que se merecen. Se están enfocando sólo para alertar del auge de la extrema derecha de Alternativa para Alemania, siguiendo las directrices sanchistas para asustar al público. Y es verdad que la subida de los ultras de la AfD, si se cumplen las encuestas, es una mala noticia, pero no van a gobernar, salvo descomunal sorpresa. El partido más votado probablemente será la CDU, con lo cual la Democracia Cristiana volvería al poder y saldría malparado el SPD, al que Scholz puede llevar a una importante crisis.
El próximo canciller alemán presumiblemente será Friedrich Merz. Aunque para ello el candidato de la CDU necesitará una alianza, que puede lograr con los socialdemócratas si las cuentas les salen. Volverían así a la gran coalición, que ya gobernó el país en los tiempos de Angela Merkel. En Alemania no sorprende ese acuerdo. Como tampoco en Bruselas, donde la democristiana Ursula Von der Leyen, del PP europeo, es presidenta de la CE con el apoyo de los socialistas. En España parece imposible ese pacto, pero Europa es diferente.
En un momento político en que el trumpismo ha puesto de moda los populismos, es interesante que Alemania elija a un dirigente como Merz, que es justo lo contrario. Se trata de un político veterano, un gestor, que ha gobernado en Renania del Norte-Westfalia, y que se ajusta bastante al estereotipo tradicional alemán de la cultura del trabajo. De hecho, Merz se ha mostrado contrario a las prejubilaciones y a las jornadas de cuatro días, porque dice que la solución para prosperar no puede ser trabajar menos, sino apostar por el esfuerzo.
Falta le hace a Alemania, donde Olaf Scholz ha seguido la tendencia decadente de la socialdemocracia europea. El auge de la extrema derecha se debe a unas políticas migratorias descontroladas, que han aprovechado los xenófobos. Y la izquierda se ha quedado sin un discurso coherente. No sólo Scholz. Uno de los aspectos más significativos de la campaña ha sido que Los Verdes apenas han hablado del cambio climático, en un país preocupado por el declive industrial y la crisis de la industria automovilística, que se puede agravar con los aranceles de Trump a las exportaciones.
Alemania era el motor económico europeo. Su futuro merece consideración en España, que en 1977 apostó por una democracia basada en la UCD y el PSOE. Aún somos hijos del modelo alemán.
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