El mundo de ayer
Rafael Castaño
Power Ranger
Vía Augusta
Sevilla acoge desde hoy y hasta el domingo el 41º Congreso ordinario del PSOE, una cita adelantada un año para dar sensación de unidad y ensalzar el liderazgo de Pedro Sánchez. Cuando se convocó a finales de agosto, la idea era reforzar a la dirección federal y avanzar en el relevo de liderazgos regionales críticos con un partido que había perdido mucho poder institucional, y el que conserva, el Gobierno del Reino de España, está maniatado por las cesiones y las alianzas para aferrarse al poder. Una purga en toda regla. Tres meses después la cita orgánica llega en uno de los peores momentos desde que Sánchez regresó a la secretaría general en las primarias de 2017 en las que arrasó a Susana Díaz. El PSOE de Sánchez y él mismo llegan al cónclave sevillano envueltos en un clima de tensión interna y sospechas de corrupción en la cúspide del partido, el seno del Consejo de Ministros y el entorno familiar del presidente.
Fruto de este cóctel explosivo, la primera de las purgas que buscaba Sánchez se ha producido antes de reunirse en Fibes: Juan Lobato se ha visto forzado a dimitir como líder de la federación socialista madrileña por un extraño movimiento para protegerse de las consecuencias penales de la política tóxica que emana de La Moncloa y de Ferraz. Hoy mismo, Lobato declara como testigo ante el Tribunal Supremo en el caso en el que está imputado nada menos que el titular de la Fiscalía General del Estado. Un testimonio que apunta a que desde el Gobierno se le incitó a participar en el mismo delito por el que se investiga al fiscal: revelación de secretos. Las consecuencias penales están por ver y no las erradica la purga orgánica de Lobato. El caso da idea de la degeneración ética del socialismo español y quienes le siguen –también en el ámbito periodístico–, más preocupados de que renunciase y no viniese a Sevilla que de la posibilidad de que el Gobierno incite a delinquir a sus cargos institucionales para distraer la atención de la imputación de su esposa. Y también la de su hermano.
A ello se une la deriva del caso Koldo y las consecuencias que tengan las revelaciones del “nexo corruptor” en el mismo, según la Guardia Civil, Víctor de Aldama: apenas en una semana ha reforzado su credibilidad frente a la débil estrategia del Gobierno de mofarse de él y negársela por buscar beneficios penales. Y lo peor, quizá, está por venir.
Aunque formalmente el PSOE celebre un Congreso en Sevilla para reafirmar a un líder acosado por la corrupción y las mentiras, el partido está atrapado en la mayor de todas: malvive preso de Pedro Sánchez.
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