Brindis al sol
Alberto González Troyano
Los otros catalanes
Si ves a personas por la calle sonriendo como si no hubiera un mañana y dando pequeños saltitos cual Heidi en la montaña, seguro que son padres y madres que acaban de dejar a sus vástagos en la escuela. Esos besos de despedida, esas manitas pequeñas que se agitan en el aire y esa puerta que se cierra: dan tanta paz después de las vacaciones… Tiene que ser una experiencia maravillosa.
La vuelta al trabajo, la depresión posvacacional, la colcha de verano en las noches que refresque y el pollo a la plancha con judías verdes para la cena, que los vaqueros nos van a costar un disgusto. El tinto de verano nos sale ya por las orejas, y no se pueden comer más boquerones fritos. Ansío un buen cocido con su tocino fresco y su morcilla, y si es con frío mejor; a ver cómo se porta septiembre. ¡Mira! Ya se me ha olvidado lo de los vaqueros.
Las recepciones de los centros deportivos están este mes hasta arriba, llenas de personas arrepentidas y audaces comprando bonos de seis y doce meses, a ver si así son capaces de cumplir los propósitos que se han marcado, esos que tienen ya años de antigüedad. Tu prima, tu hermano y tu mejor amiga intentarán convencerte para que vayas al gimnasio con ellos; tú querrás ir a las siete de la mañana, tu prima te dirá que estás loca y terminarás en el bar tomándote una cerveza y unas aceitunas antes de recoger a los niños del cole, con las mallas y la mochila colgada al hombro.
Ahora nos llevaremos un mes dudando de si salir de casa con las sandalias, porque por la mañana hace frío y a mediodía nos cocemos. Igual llévate una rebequita, que no se sabe qué pasará. Intenta no juzgar a los que veas con ropa de invierno a las tres de la tarde con 35º, no sabes a qué hora salieron de casa. No es fácil dar con la ropa y los zapatos de entretiempo: es como la cuadratura del círculo, complicado; a mí se me escapa de las manos.
Tengo ganas ya de ver en los supermercados los turrones, los panetones y las bolas de anís. Quiero ponerme las botas de montaña e irme al campo a buscar níscalos, sentir el frío en el cuello y echar de menos una bufanda. Asar castañas en la candela, comerme unas migas y quedar con las amigas para ir a la sierra a comer. Todo esto sabe a invierno, ese que cada vez es más corto. También es el otoño y sus lluvias, las que tanto anhelamos.
Este es un mes para reflexionar, septiembre: 10 letras, el número favorito de Pitágoras. Decía que la decena simboliza la totalidad del universo y la vuelta a la unidad matemática. Vamos a intentar sumar bien para que nos salgan las cuentas, sin exigirnos demasiado, a ver si el universo nos recompensa con un poco de luz. Propongo 1 hora al día de ejercicio físico, 2 piezas de fruta para cubrir las vitaminas, 3 minutos de risas para prevenir infartos, 4 vasos de agua del grifo y 5 páginas de algún libro interesante; 6 segundos tienen que durar los besos, 7 como mínimo los abrazos, 8 horas de sueño reparador, 9 de dispersión y 10 buenas razones para dar las gracias por estar, sólo por estar. Que te sea leve. ¡Feliz jueves!
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