Marco Antonio Molín Ruiz. Filólogo

Un brindis por la lengua española

La tribuna

06 de diciembre 2013 - 07:19

Ante el tricentenario de una institución sobran razones para hacer retrospectiva. La Real Academia de la Lengua española prosigue en este incipiente siglo XXI con la magna responsabilidad de cuidar, enriquecer y expandir un idioma que hoy hablan en el mundo quinientos millones de personas. Cada mañana brota savia hispanohablante incluso en el rincón más insospechado de la Tierra. La docta casa se pone al día vertiendo el acervo léxico de su diccionario en un formato digital, algo que entusiasma a esta perpetua renovación de las generaciones.

Y en medio de los fastos de la efeméride conviene repasar cuestiones que atañen a la corrección, el estilo y las perspectivas de la lengua española.

Dichos como detrás mía o al lado tuyo reflejan la errónea concepción que se tiene de los adverbios, tratados como adjetivos. Detrás y al lado, al ser adverbios, no se pueden poseer; por lo tanto, deberíamos decir detrás de mí o al lado de ti. Entre los procedimientos del hablante para buscar más eficacia en la comunicación figura la redundancia. Por ejemplo: subir para arriba o ¿Te corre prisa? Estilísticamente, tales expresiones en su repetición del significado quitan elegancia al idioma, pero habrá quien las justifique apelando a la función fática del lenguaje. Y un hecho curioso lo hallamos en el verbo bendecir, compuesto por el propio verbo decir y el adverbio antiguo ben. Su conjugación es idéntica a decir; de manera que tendríamos las formas personales bendijisteis, bendiremos o bendí y las no personales bendiciendo y bendicho, en contraste al errado bendecido. El latín despeja dudas: el nombre propio Benedictus llega al español como Benedicto, antropónimos latino y español que nos remiten al participio dictus, del infinitivo dicere.

Cuando en 1994 se acordaba suprimir de nuestro alfabeto las letras ch y ll los hablantes sintieron extrañeza. El asunto se fue olvidando, pero la definitiva eliminación de los diccionarios ocurrida en el seno de los últimos congresos reabre el debate. La autoridad insiste a los hispanohablantes en que se trata de un cambio que aun reduciendo el alfabeto no afecta a la propia corrección del español. Apuntan que se continuará leyendo bien palabras como chocolate o llanto, pese a que la ch y la ll ya no sean grafemas dobles. Sin embargo, ¿por qué no conservar dos letras que son especialidad de la casa, como la beta en alemán o la cedilla en francés, presente, dicho sea de paso, en el castellano antiguo?

El neologismo es uno de los rasgos que define mejor el rumbo de un progreso incesante. Pero no caigamos en modas al calor del esnobismo. Hay que encontrar un equilibrio entre la tradición y la vanguardia bien favoreciendo novedades que traigan aire fresco bien reverdeciendo elementos compositivos y étimos arrinconados en el diccionario. El griego, el latín, el árabe y las lenguas precolombinas son una semilla muy fértil que vive en las entrañas del español. Frente a los retoños autonomismo, cuentacuentos y teletrabajador, van siendo necesarios vocablos como: internáutica, en vez de internet, multimillonario (multimillonario es inadecuado desde la entrada del euro), pseudofonía, en lugar de play back, aspergente (adjetivo de asperger), sobremoler o hipermoler (para la especulación urbanística), descruxismo (la ley de la eliminación de los crucifijos), recansarse (la desesperación de alguien que pasa mucho tiempo buscando trabajo o actividades que le saquen del ocio o del aburrimiento).

Sorprende que la Real Academia haya anunciado cambios ortográficos que van en contra de la claridad. Al ex preposición se le considera ahora prefijo; de ahí los actuales exmarido o exministro. La especificación del diccionario siempre ha sido inequívoca: hay un ex preposición que se escribe separado y significa perder la condición o el estado (válida para los ejemplos anteriores); otro, que es locución latina (ex abrupto) y el otro prefijo, que se escribe junto, y significa fuera o más allá. Por ejemplo: extender o exclamar. Convendría incluir el ex preposición en la lista clásica de preposiciones enseñada en' el colegio para que no se propicie la ambigüedad que ahora se está creando.

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