29 de septiembre 2023 - 06:00

No es fácil escribir una columna sobre la materia que abordaré, porque la posibilidad de que a nadie guste, es más una certeza que un porcentaje. Pero, es misión de un articulista afrontar la tarea encomendada, manifestando libremente lo que piensa, más allá del posicionamiento de tirios o troyanos y de sus eternas luchas por alcanzar el poder. La equidistancia no es buena consejera a mi entender, en estas lides, si uno a nadie ―ni a nada― teme, y lo que pretende es, exclusivamente, escribir un dictamen de lo que, al parecer, vendrá a acontecer, que no es poca tarea la de hacer de oráculo en materia tan resbaladiza como la del augurio. Así que, vayamos al trapo.

Hoy se decide el futuro inmediato del candidato Núñez Feijóo, y tal y como parecen apuntar las veredas que se han ido encauzando, si un milagro no lo impide, terminará como líder de la oposición ―si es que no deciden removerlo en un tiempo récord, como a su antecesor, porque eso también anda en juego― y no de presidente del gobierno de España.

Si la pasada legislatura fue de alta tensión, tal y como parece ―excepto un tamayazo, que, por cierto, aún se andan buscando candidatos para comprar al precio que fuere―, Núñez Feijóo no alcanzará el plácet para sentarse en el sillón de la Moncloa. Después de esa escenificación, que la veremos hoy, la ruleta volverá a girar iniciando un otro tiempo para un nuevo postor, que será designado por el rey, y la bola con distinto nombre se pondrá en juego, sin saber cómo y de qué forma, serán el color ni el premio ni los acuerdos públicos o privados ni la resultante final de dicho ejercicio democrático, porque, guste o no, así han de ser las cosas: Si un candidato no consigue aglutinar una mayoría parlamentaria en torno a su proyecto, como podría ocurrir hoy, hay que buscar a otro. Punto.

Por ahora, y a la espera de acontecimientos, nada extraño hay en lo que está sucediendo, excepto que queramos sacar la cosa de madre. Pero, para esto último, siempre hay personal dedicado full time haciendo de la cizaña verbo, dividiendo a la ciudadanía en buena o mala, los pensamientos en admisibles o no, los sentimientos en certezas inmutables, y el infierno en cielo o a la inversa.

Y el asunto anterior, sólo aporta rencor, enconos entre vecinos y familiares, el enraizamiento del odio o la división de la opinión en trincheras. Y, mire usted, eso ya lo vivió este país y no hace tanto. Así que, por ahora, vamos a calmarnos.

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