Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
El mundo de ayer
Llevo oyendo tanto hablar de Robert Frost, el laureado poeta estadounidense, que ayer a mí, que no leo poesía porque no sé, me dio por leer su poema más famoso, The Road Not Taken, construido sobre la idea de la finitud de la vida, sobre las limitaciones que conlleva vivir y sobre sus inevitables aciertos y errores. Es un poema breve, de apenas cuatro estrofas, fácil de memorizar. Un caminante se enfrenta a un camino que se bifurca, y medita sobre qué ruta escoger.
El poema se titula El camino no tomado, no El camino tomado, y en principio parece hablar por ello de los remordimientos, de las dudas y de la impotencia ante un mundo que apenas podemos probar antes de abandonarlo. Pero lejos de revolcarse en una nostalgia autocomplaciente, el poema parece más un cuento infantil, y culmina con palabras abiertas a la posibilidad de la luz: “Yo tomé el menos transitado / y eso marcó la diferencia”. De este modo, uno no sabe si el poema habla de la brevedad de la vida o de la aventura, de la nostalgia o del entusiasmo y la virtud de escribir nuestra propia historia. Tal vez de todo eso a la vez. El camino no tomado sería entonces el que no tomaron los demás.
Quizás decidí leer este poema en concreto porque el año se acaba, lo cual no sorprende a nadie. En realidad no acaba nada. De hecho, es difícil determinar los inicios y los finales. Nacer y no ser consciente de que nacemos es un hecho suficientemente significativo. Esa es la pauta de todo lo que nos pasa. Ni un amor ni un trabajo ni una carrera ni la vida ni la muerte empiezan de verdad un día en un momento concreto. Los acontecimientos son como una vasija que un dedo oculto inclina y que va derramando su agua o su barro en nosotros. Todo vuelve a la memoria y a su modo se reconstruye, se completa, se vive de nuevo.
Cada vez los años pasan más rápido o parecen pasar así en mi cabeza. Quizás por eso pienso que todo se está repitiendo: los caminos no tomados se acumulan y el dolor de las decisiones no tomadas se posa dulcemente en el corazón, como copos de nieve en una tumba olvidada. Los años vividos comienzan a parecerse demasiado los unos a los otros, pese a que siguen pasándonos cosas, pese a que existen argumentos de peso para pensar en la idea del cambio, del progreso y del retroceso. Sonará doce veces la campana, daremos abrazos, haremos llamadas, y volveremos a creer que nada es viejo, que todo es nuevo. Abriguemos en nuestro corazón esta certeza: hoy empieza el camino de la vida, y en el camino escogido nos siguen esperando los más dorados amaneceres, reservados sólo para nosotros.
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