
La firma
Antonio Fernández Jurado
Y nosotros, ¿qué?
El balcón
Se atribuye a William Jennings Bryan la frase de “cañones o mantequilla”, que ha dado mucho juego a los teóricos de la economía del bienestar. Bryan fue candidato fracasado a la presidencia de Estados Unidos tres veces, a finales del XIX y principios del XX, período en el que se convirtió en la primera potencia militar. Después fue secretario de Estado de Wilson, presidente norteamericano durante la I Guerra Mundial. En 1916 se promulgó una Ley de Defensa Nacional, que animaba al Departamento de Agricultura a incentivar la producción de nitratos, para su uso como fertilizantes en tiempos de paz y para fabricar municiones en caso de guerra.
Ahora Europa se plantea el mismo dilema. Seguridad o bienestar. Asistimos a cambios no sólo en Defensa por el miedo a Trump. Europa ha vivido muy cómoda en las últimas décadas con una defensa barata, porque la pagaba Estados Unidos. Hace tres años perdió la energía barata que compraba en Rusia. Y sigue fabricando barato en China. Este acomodo ha restado autonomía estratégica, energética y económica al viejo continente, al tiempo que podía gastar en políticas sociales lo que se ahorraba en esos capítulos.
Ahora, como toda Europa, España debe gastar más en defensa. Ese dinero saldrá de algún sitio. Hay un plan comunitario de 800.000 millones en cuatro años, pero cuatro de cada cinco euros los tendrán que poner los países de la UE. A España le supondrá 24.000 millones suplementarios. Una cantidad que inevitablemente se dejará de gastar en sanidad, educación, dependencia o infraestructuras. El presidente del Gobierno niega la evidencia cuando afirma que no recortará en políticas sociales. En su discurso, los nitratos de doble uso son ahora los satélites o el desarrollo tecnológico producido por el armamento que los europeos deben fabricar.
En sus reuniones en La Moncloa, Pedro Sánchez ha hecho un Juanma: fotos e imagen. Darse importancia y obviar al Congreso, donde se tendrían que debatir estos asuntos. Y Feijóo, jefe del primer partido del país, está tentado de hacer un Fraga, como el fundador de su partido cuando dejó tirado al gobierno socialista en el referéndum de la OTAN de 1986. El presidente del PP se siente ninguneado, con razón. Se le da el mismo trato que a grupos pequeños, que sostienen al Gobierno pero están contra la guerra. Feijóo sostiene que España no tiene un plan, no se le ha dado información y no se le ha pedido apoyo.
Ni cañones, ni mantequilla, los dos grandes partidos españoles aprovechan la coyuntura para darle un mal rato a su adversario.
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