Otra cara de España

Brindis al sol

10 de febrero 2025 - 03:07

Hay exposiciones temáticas que impresionan por su calidad explicativa. Resultan tan logradas porque no se apoyan en el carácter artístico de las obras, sino que eligen éstas por su función testimonial y las articulan de manera que ayuden a comprender, lo mejor posible, la cuestión abordada. Un buen ejemplo de este tipo de exposición exigente, y pedagógica al mismo tiempo, puede verse aún en el museo Reina Sofía, en Madrid. Y merece el viaje si se quiere entender bien, y de una vez, qué es eso del esperpento. Un fenómeno literario, cuyo nombre ha circulado mucho, pero que permanecía como una moda extraña, en un terreno vago y difuso, sirviendo sobre todo para calificar, con sorna e ironía, unas peculiares visiones de la España de las primeras décadas del siglo XX. Caracterizadas por unas manifestaciones, entre deformantes y grotescas, que se han perpetuado y todavía es posible encontrarlas incluso en momentos políticos como los actuales. Se trata de una exposición amplia, extensa, pensada para que el visitante salga reflexionando, ya que se le explican muchos de los interrogantes, pero se le abren otros. Y, lo más importante: ese visitante percibe que el esperpento es mucho más que una invención literaria personalizada por Valle-Inclán. Y todo ello debido a la ambiciosa perspicacia de seis comisarios (que se deberían citar aquí, pero no hay espacio para ello) que han hurgado modesta y sutilmente, en todos los rincones, ya casi olvidados, de la cultura española (y de algún otro país del extranjero) de aquella época para mostrar todo cuánto se esconde y alienta tras tan singular fenómeno. Un fenómeno al que Valle-Inclán, en efecto, dio vida literaria, pero cuyas raíces y ramajes se extendían por doquier, siempre que unos ojos despiertos y críticos supieran buscarlos y relacionarlos. Y a este respecto, la labor investigadora plasmada en este exposición merece todos los elogios, al haber sabido explicar la conexión entre el patético atraso político y la desesperanza del hambre, entre el convencionalismo rancio y el ingenio satírico. Porque, además, y este es el mayor acierto de la exposición, al mismo tiempo que el visitante, sala tras sala, cree comprender lo que fue el esperpento, casi sin notarlo, esos mismos pasos le conducen a que reconozca, a la vez, plenamente una de las muchas caras de la España doliente de hace un siglo. Pero aún hay más: si se fija con atención también puede ya intuir rasgos que todavía prevalecen y explican la España de hoy.

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