Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Domingo 4 de Agosto, aun habiendo pasado la noche grande de las Fiestas Colombinas, a primera hora y muchos sin haber dormido, casi toda Huelva está pendiente de la televisión para ver a Carolina Marín conseguir lo que una lesión le impidió disfrutar en Tokio, competir con aspiraciones. Todo va bien, Carolina domina y controla el partido, todo apunta a una nueva final olímpica y de pronto, un esfuerzo en un giro exagerado—pocos sabemos loas exigencias del bádminton—y un grito desesperado: ‘’Me he roto’’. De inmediato se aprecia imposible la continuidad y surgen las lágrimas y la desesperación ante la incapacidad de su rodilla. Ninguno podemos imaginar los sentimientos de Carolina en esos momentos, sin embargo aún con el drama deportivo sobrevenido y que le apasiona en lo más profundo de su mente, un detalle demuestra su talla y su orgullo ante tanta fatalidad, la negativa, sin perder la cortesía, de salir en la silla de ruedas ofrecida mientras público y espectadores televisivos nos sentimos colectivamente afectados deportivamente ante tanta mala suerte pero emocionados por la casta de campeona demostrada, al tiempo que su rival permanecía inmóvil, impresionada y seria al otro lado de la red para luego fundirse en un abrazo con nuestra paisana.
Su oponente, la china Bing Jiao, daría ejemplo de olimpismo puro al homenajear a Carolina desde el podio de los vencedores. Así son los grandes deportistas, no los que menosprecian a quienes incluso les derrotan.
Una reflexión final tras los hechos. Quien ha sido capaz de competir y ganar a millones de deportistas criados en el bádminton y puso a sus pies al continente más poblado del mundo viniendo de un barrio popular de la olvidada y maltratada Huelva, de be saber que estamos con ella pero conociendo que es Carolina quien debe programar su futuro tras la acción de la medicina, la fisioterapia, psicología… que van a conseguir junto con su voluntad y trabajo, mantener en pie nuevas expectativas, es su equipo y sobre todo ella, lo que han de decidir. Los demás, a apoyarla sin exigencias, a agradecerle su paseo del nombre de Huelva por todo el mundo, pero sabiendo que va a depender en gran medida de sus plastias, ligamentos, meniscos… y especialmente de su bienestar personal tras muchos años de sacrificios.
Sea cual sea el futuro, solo un grito de ánimo, dedicado a los más grandes: ¡¡Vamos, Carolina!!
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