Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Hace treinta y dos años en tales días como los que estamos viviendo actualmente, España entera estaba volcada orgullosamente con los Juegos Olímpicos en Barcelona y nada impedía que la celebración de los mismos fuera considerada un gran éxito de país, aunque los Juegos se concedan a una ciudad.
Ciudad que, por cierto, recibió la colaboración absoluta de todos, incluída la aportación económica, que permitió la transformación de la ciudad y la culminación de la obra ejercida por un catalán forjado y formado en la gestión deportiva, así como impulsado y favorecido, para alcanzar la cúspide olímpica, en las organizaciones ideológicas del franquismo así como las diplomáticas que fueron mantenidas por los políticos de la Transición y que sin ellos, difícilmente, Barcelona hubiera sido “ciudad olímpica”. Entenderán, pues, que me estoy refiriendo al señor Samaranch.
Han pasado treinta y dos años, no sé por aquellas fechas qué hacía el actual Presidente del Gobierno. Es seguro que ya habría dejado de “calentar banquillo” en el equipo del Instituto Ramiro de Maeztu, curioso que no aprendiera el sentido del equipo en tan tradicional y gran club como el de Estudiantes y se forjara una personalidad narcisista en el límite de lo pluripatológico. La verdad es que a día de hoy y bajo su tutela, Cataluña y Barcelona, en un ejercicio de desmemoria política y con una decadente burguesía, han conseguido doblegar el narcisismo presidencial haciéndolo integrarse al chantaje desmedido y voraz de un catalanismo consciente de que el Presidente no tiene más objetivo que el personal de mantenerse en el Poder.
Para ello, le parece bien la “federalización” de España y presume de haber conseguido controlar el problema catalán. Claro que se domestica a los ya mimados regalándoles todo lo que pidan para fomentar sus ambiciones de “superioridad” teórica frente al resto.
Se equivoca, señor Sánchez, “concediendo la llave de la caja”, dice la señora Rovira, líder de ERC, “alcanzaremos el objetivo final que es la independencia de Cataluña”.
Dicho esto, la pena es que su partido no existe y el líder opositor debe haber iniciado ya las vacaciones y no parece estar disponible, aunque justo es decir que, actualmente, el PP no muestra plan alguno sobre Cataluña y que Feijóo era “partidario de un concierto para Cataluña”. En esta cuestión, en 1992 estábamos sin duda mejor que en 2024.
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