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Alos escépticos sobre el porvenir de las letras, en Andalucía, tal vez les ayude a pensar que no todo está perdido, el ejemplo reciente de un pueblo cordobés. Este pueblo, Cabra, ha mostrado, la pasada semana, que no vive de espaldas a los libros. Y donde otros hubieran desistido, pesimistas, ante las acogidas y ayudas institucionales exteriores, ellos han apostado con valentía, convencidos de que su iniciativa podía salvar a su paisano más universal, Juan Valera, de un cada vez mayor olvido. Se conmemoraba, el día 18, el segundo centenario de su nacimiento y los egabrenses se lanzaron a la aventura, presintiendo que, de no ser ellos, nadie, ni siquiera los órganos culturales de la Junta de Andalucía, iban a recordar al escritor andaluz (escritor en sentido muy amplio, y no sólo novelista) más relevante de los últimos tres siglos. Para muchos, Juan Valera es un autor menor, creador de novelitas de amor para adolescentes, y no ha habido voluntad pública de despejar esta imagen malintencionada e ingenua. Sin embargo, aparte del evidente interés sociológico y literario que mantienen sus novelas, su restante obra de creación, crítica histórica y política, incluida su correspondencia, lo sitúan en lugar primordial. Un lugar que merece ocupar porque, además, se carece de otros nombres que puedan, en Andalucía, ocuparlo. Por ello, esta valiosa iniciativa surgida al amparo de la patria chica de Valera debe ser celebrada y aireada. Porque, además, no se ha reducido a un rutinario congreso de conferenciantes. Con la ayuda de profesores de la Universidad de Córdoba y otras entidades locales, Cabra ha descubierto una distinta razón de ser y existir: un centro de recuperación de la compleja personalidad de su escritor, exhibiendo una serie de actividades para comprenderlo mejor. Es decir, un pueblo, con su Ayuntamiento, puestos al servicio de dignificar una obra literaria en riesgo de quedar postergada. Un ejemplo, pues, a difundir, sobre por qué los políticos responsables han desempeñado su labor de forma liberal y discreta, tal como le hubiera gustado a Valera. Entre otras manifestaciones, cabe resaltar la bella edición de Pepita Jiménez, en la que se recogen las veinte ilustraciones que en 1925 realizó el pintor Lozano Sidro. También coincidiendo con esta celebración se han publicado estudios de Antonio Jiménez Asencio, Juan Valera. Liberalismo político en la España de los turrones (Athenaica) y La narrativa de Juan Valera a la luz de su epistolario, de Dominique Grard (Alfar) y un número especial de la revista Andalucía en la Historia (CEA).
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