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He quedado fascinada con la última serie de televisión que he visto: un drama histórico basado en una novela de James Clavell ambientada en el Japón del siglo XVII llamada Shogun: samurais, guerras, intrigas y diferencias culturales entre oriente y occidente son los ingredientes principales de esta adaptación audiovisual.
Aunque esté hechizada con algunas tradiciones de la cultura japonesa, tengo que dar gracias por haber nacido en este país y en el año en que lo he hecho: si hoy en día la vida es frágil, imagínate hace más de cuatrocientos años, y en Japón. Aunque me encantaría ser una samurai, el solo hecho de pensar que tengo que saltar de tejado en tejado ya me hace replantearme la profesión: mis rodillas no lo aguantarían. Así que os hablaré de la ceremonia del té, que será más asequible, por mi edad y condición.
La ceremonia, conocida como chanoyu, sado o chado, es un ritual tradicional que va más allá de preparar y beber té. Se trata de una práctica cultural que integra aspectos de la filosofía, el arte y la espiritualidad. No se trata solo de beber té, sino de un acto de meditación y contemplación. Los principios fundamentales que guían la práctica son wa (armonía), kei (respeto), sei (pureza) y jaku (tranquilidad). Cada uno de estos valores se refleja en los gestos, la disposición de los utensilios y la actitud del anfitrión y los invitados. La ceremonia es, en esencia, una búsqueda de la simplicidad y el equilibrio, donde cada acción se realiza con gracia y propósito.
La preparación del té comienza con la limpieza de los utensilios, que se realiza con movimientos elegantes y meditativos, simbolizando la purificación. A continuación, el anfitrión añade la cantidad justa de matcha (té verde en polvo) en el tazón y vierte un poco de agua caliente, usando el chasen para batir la mezcla hasta que se forme una espuma fina y homogénea en la superficie. La bebida se ofrece primero al invitado principal, y luego se comparte con el resto, acompañada de una ligera reverencia.
La ceremonia del té no es solo un acto de hospitalidad, sino una forma de comunicación no verbal. Tanto el anfitrión como los invitados deben mostrar respeto mutuo y un sentido de gratitud. La etiqueta dicta que los invitados examinen y admiren cada utensilio antes de usarlo, apreciando su belleza y valor artístico. Se debe beber el té lentamente, sosteniendo el tazón con ambas manos y girándolo ligeramente antes de tomar el primer sorbo. Al final, es común decir “Oishii ocha desu” (este té es delicioso), como un gesto de aprecio.
Esta ceremonia ha perdurado durante siglos, y sigue siendo un símbolo de la cultura japonesa y su enfoque en la belleza de lo simple y lo efímero. Al participar en una ceremonia del té, se experimenta una forma de conectarse con el presente, disfrutar del momento y apreciar la armonía que surge de la interacción entre las personas y su entorno.
Me gustaría disfrutar de este rito a la española, compartiendo con mis amigas un chocolate con churros, por ejemplo. Valorar la belleza de lo mundano y la simplicidad seguro que se nos da bien; todo lo demás habrá que trabajarlo. ¡Feliz jueves!
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