Cervantes, Huelva y la Eurocopa

Miguel de Cervantes.
Miguel de Cervantes.

09 de julio 2024 - 12:37

El pasado viernes, en lo que parecía un simple partido, tocó redención gracias a la victoria futbolística, también a los habitantes de esta esquina suroeste. Vencer a Alemania, la anfitriona del torneo, en cuartos, es de justicia poética. Porque contra esa misma selección, contra aquellos colores, veníamos de perder la final de la Eurocopa de fútbol de escritores a principios de junio. Allí nos representó la Cervantina, esa selección de gente que lo mismo le da a la palabra que a la pelota. La Selección Española de Escritores y Escritoras. Un torneo de cuatro días en tierras germanas, donde pasamos primeros de grupo tras victorias contra Austria, la propia Alemania y empate con Inglaterra, para vencer en semifinales a Francia. Gloria para estos subcampeones.

¿Y qué tiene que ver eso con Huelva? ¿Había alguien de aquí en sus filas? Pues no, no es ese el motivo. Todo se remonta a hechos que quizás le sorprendan, como el que la dedicatoria del “Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, la primera parte del “Quijote” de Cervantes, que viera la luz en 1605, estuviera destinada al duque de Béjar y marqués de Gibraleón. Su mecenas. O que las dos obras mayores de Góngora, “La fábula de Polifemo y Galatea” y sus “Soledades”, estuvieran auspiciadas respectivamente por el Conde de Niebla y, otra vez, el duque de Béjar y marqués de Gibraleón. Estos nobles no eran tontos y se afincaron en buena tierra climatológica. En los primeros versos del Polifemo podemos leer: “¡oh excelso conde!, en las purpúreas horas/ que es rosas la alba y rosicler el día,/ ahora que de luz tu niebla doras,/ escucha, al son de la zampoña mía,/ si ya los muros no te ven, de Huelva,/ peinar el viento, fatigar la selva”. No sabemos qué habría sido de esas obras sin esos patrocinios, sí sabemos lo que han supuesto gracias a ellos. Tampoco podemos pensar la poesía del siglo XX y XXI sin la figura de ese moguereño universal: Juan Ramón Jiménez. Al parecer los premios Nobel no se los dan a cualquiera. Sus escritos siguen siendo tierra sagrada de peregrinación. Algo hemos aportado desde esta tierra para que nuestras letras sean nuestras letras.

Por otro lado está el fútbol, traído por los trabajadores del mineral desde Inglaterra hasta Riotinto y que en nada acabó bajando por los raíles del tren hasta Huelva. Once contra once. Patadas a un balón. Porterías y líneas de cal. Y el resto ya lo saben. Así que redención de nuestro balompié literario, y que siga la fiesta. Ahora a ganar, como los escritores y escritoras, a Francia en semifinales.

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