Confabulario
Manuel Gregorio González
R etrocediendo
La otra orilla
Hay que dar la mejor versión de uno mismo, porque, que tu vida mejore, depende sólo de ti, hay que valorar lo que uno tiene, porque todos tenemos la capacidad de levantarnos, no podemos ahogarnos por las pequeñas cosas, tener una actitud positiva, poner corazón, mente y alma en todo lo que hacemos…
Hace unos días me vi encerrado, a traición, en una charla llena de mensajes tan obvios, tan simplones y tan peligrosos –sí, tan peligrosos– como estos y mis únicos entretenimientos durante la misma fueron: verificar con mi móvil, que las citas de Darwin o Mandela con las que el charlatán trufaba su espectáculo eran, efectivamente, falsas y observar las caras de perplejidad de mis compañeras más bregadas en el trabajo con gente que, de verdad, está pasando por situaciones difíciles.
Podría entretenerme en analizar la falta de perspectiva de género en el discurso del tipo, que parecía obviar a la mitad del auditorio, acostumbrado, tal vez, si es verdad lo que decía, a dar charlitas de estas a directivos del IBEX35, donde la presencia de mujeres es prácticamente nula. Podría ahondar en la falta de rigor de las citas o las alusiones a una supuesta base científica de lo que decía. Podría quedarme en señalar detalles “técnicos” que hacían difícil “que el mensaje calara” o criticar los gritos que, de pronto, el tipo lanzaba.
Pero creo que es más importante aún profundizar en lo peligroso de estos discursos de autoayuda, que no cuestionan el estado de las cosas, que obvian la explotación sistemática que sufren muchas de las personas que trabajan en empresas a cuyos directivos dice dar esas charlas y las desigualdades y desastres ambientales que estas generan. Y, sin embargo, echan toda la carga a los hombros de las personas que sufren esa explotación, a las que pide que pongan su mejor cara en el trabajo, que no se quejen nunca por muy duras que sean sus condiciones de trabajo y que, encima, cuando llegan a casa, en vez de caer derrotadas en el sofá, “se pongan a bailar con la parienta”. Hay también personas que sufren depresión u otros trastornos, para las que “la mejor versión de si mismos” está a años luz y a las que estos mensajes no hacen si no generar más sentimiento de culpa.
Pero supongo que, a esos directivos a los que este señor suele dar estas charlas, estos mensajes les hará más soportable su vida al poder decir: “Soy un gran cabrón, pero doy la mejor versión de mi mismo”.
También te puede interesar
Confabulario
Manuel Gregorio González
R etrocediendo
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
Un cura en la corte de Sánchez
En tránsito
Eduardo Jordá
Luces
El zurriago
Paco Muñoz
Lo mío con Bette Davis
Lo último