Alto y claro
José Antonio Carrizosa
La confianza está rota
Aires de Septiembre. Huelva es un canto mariano. Salves. Campanilleros. Fervor popular. Conquero. ¡Cinta…!
La Virgen Chiquita ya está con nosotros. Bajó desde su casa en lo más alto del Conquero, donde la brisa de la marisma y el aroma salado del rio abrazan las orillas.
Quien no hiciera alguna vez el camino del traslado de la imagen de la Patrona de Huelva hasta la Catedral, no ha vivido la maravilla de unas horas de amor a la Virgen de la Cinta por el paisaje más bello y la emoción más auténtica, alrededor de una devoción que a todos nos embarga en un común sentimiento.
Este año la vuelta de la imagen de la Patrona a la ciudad ha vuelto a tener los tintes de antaño. Tras la bajada por la antigua Cuesta del Carnicero, la llegada a la plaza de la Merced tuvo un eco que nos hizo vibrar en recuerdos del pasado.
En esta ocasión la plaza era otra, distinta, nueva, hasta irreconocible, pero seguía siendo nuestra plaza mercedaria de siglos, que con el sonido de nuevas campanas, retoques urbanísticos, trasiego de plantas, pérdida de queridas y antiguas palmeras y saludos de otras nuevas que toman el relevo, nos hace vivir la llegada de la Virgen al corazón espiritual de la diócesis.
Los que ya hemos amarrado la nave de los recuerdos al noray de la nostalgia, nos extasiamos en las estampas vividas, tantas y tantas veces, al calor y devoción a la Patrona en la plaza, que un día un poeta, alcalde de Huelva, llamó “la de las bellas palmeras”, claro que eran otras, pero la belleza continua en el ambiente, y las nuevas generaciones tendrán que ir aprendiendo el embrujo de esa Cinta mercedaria que, cuando el verano va inclinando su periodo estacional, nos llega como un palpito de alegría choquera.
La plaza de la Merced siempre, en la historia local, fue un refugio para las fiestas cinteras. De feria ancestral de ganados pasó a Velada festiva, luego cuando la ciudad varió de cara, el lugar de celebración quedó vacío y, últimamente, el eco de lo que fue toma cuerpo en unas actuaciones musicales que rinden honores a aquellos días donde la plaza era centro de atracción de una ciudad más íntima, más entrañable, más auténtica…
La Novena a la Virgen se estrena alrededor de un nuevo marco, amplio, moderno y lleno de entusiasmo en el favor a la Patrona.
La vida continúa y los recuerdos del pasado, contado a las nuevas generaciones, deben servir de acicate para mejorar lo posible, desterrar lo inútil, y dar a los nuevos tiempos en el sentido que la vida va marcando.
Muchos no comprenderíamos unas celebraciones cinteras sin el protagonismo onubense y urbano de la plaza de la Merced. Él será eterno, porque entre la marisma, el río, los cabezos del Conquero y el recinto de una plaza nueva, siempre permanecerá el cariño de un pueblo a la Virgen de sus amores: la de la Cinta.
¡Feliz día de la Patrona, y que su Cinta siempre esté atada a esos corazones onubenses que la veneran!
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