La ciudad y los días
Carlos Colón
Nunca estuvieron todos
Pues hoy me toca a mí. La comida de empresa. ¡Qué cosas! Se ve que alguien pensó que por Navidad se comía poco, pues vamos a organizar otra comilona más, en esta ocasión con la gente del trabajo, y lo ponemos antes, como pistoletazo de salida. Aunque tal y como están las reservas, hay incluso quien la hizo allá por noviembre, para algunos el pistoletazo fue para un triatlón. Si le quisiéramos contar de qué va todo esto a un extraterrestre recién llegado a nuestro planeta, a modo de resumen, habría que decirle que consiste en quedar para almorzar o cenar con gente a la que tampoco conoces tanto con motivo de unas fechas entrañables y pagando normalmente muy por encima de lo que se suele pagar cuando se sale a comer por un menú cerrado que otros han elegido y en el que siempre hay platos que no te convencen del todo. Bueno, pues a quien se le ocurrió esta idea habría que darle un Nobel, no tengo claro si el de física por encajar a organismos dispares, el de medicina por curar la salud mental, el de la paz por limar asperezas o el de economía por el superávit para la hostelería. Pero alguno habría que darle.
Por mi parte no hay dudas, soy asiduo, me apunto sin reservas. Este tipo de eventos me parecen sanadores y necesarios. Encontrarte con quienes compartes la jornada laboral fuera del espacio común, poder entablar conversaciones no basadas en el oficio, cruzarte con gente a la que por unos motivos u otros apenas te cruzas y que en muchos casos sostienen tus mismas dudas e incertidumbres. Un ecosistema diferente, sin las presiones de la obligación ni del horario. Un hueco para el ocio con personas que merecen la pena, que tienen intereses llamativos, emociones intensas, vivencias ocurrentes que por lo normal no se comparten en el ambiente de trabajo. También es buen momento para reforzar las afinidades, ese milagro forjado entre golpe de martillo y golpe de martillo sobre el yunque. Habrá risas, llantos, abrazos, silencios, canapés pasando de un lado a otro y croquetas de la vergüenza. Como las figuras del Belén, estará quien se ponga a cantar, quien se pase con la bebida y después le eche la culpa al porrón de vino dulce, o quien desaparezca de repente sin previo aviso. Todo dentro de lo esperable en este rato de diversión para alivio del trabajo. Y entre brindis y brindis, alguna vez alzaré mi copa por ustedes, lectores de estas líneas, con el deseo de una feliz Navidad.
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